La principal tarea como padres es estar bien nosotros mismos

La principal tarea como padres es estar bien nosotros mismos

Pertenencia y diferenciación: el par dialéctico del desarrollo

En los juegos florales de las olimpiadas helénicas, el filósofo Píndaro, animando a los atletas, dijo una frase que se ha utilizado mucho: “llegar a ser el que puedes ser”. Me sirve para abrir este post sobre la importancia del desarrollo. Porque esto es el desarrollo, llegar a ser el que potencialmente puedes ser. Lo que se llama en psicología el proceso de individuación. Proceso que se dirime en el juego entre dos fuerzas: pertenencia y diferenciación.

Pertenencia y diferenciación. Unidad y diversidad. Dependencia y autonomía. Estabilidad y cambio. El 1 y el 2. Parece más bien, no algo solo relacionado con el desarrollo humano exclusivamente, sino una ley universal de los procesos vitales desde la protoconciencia simbiótica con la madre hasta intentar alcanzar el grado máximo de diferenciación. Proceso siempre incompleto, lleno de obstáculos y trampas en el camino. La individuación es como el proceso de evolución de la conciencia, como Ken Wilber la define, de la simbiosis de la conciencia compartida con la madre hasta la iluminación desde la que volvemos a la unidad.

Decía Eibl Eibesfeldt que el amor, el vínculo, surge con los mamíferos. La necesidad del vínculo en una cría es total. Sin él no hay supervivencia. Y cuanta más prematuridad neurológica de la cría, mayor es la necesidad del vínculo y mayor la dependencia. En este espacio ecológico intersubjetivo se va desarrollando el bebé humano, y desde el principio va dando señales de diferenciación, señales de una energía propia, única, personal. El que puede llegar a ser.

El proceso de individuación consiste en ese impulso por la autodefinición frente a los demás que tiene su máxima expresión en la adolescencia.

Murray Bowen, terapeuta familiar, habló extensamente sobre este tema de la diferenciación. Diferenciarse no es madurar, ni oponerse sin más a la cosmovisión familiar. Diferenciarse es alcanzar un buen grado de función reflexiva o mentalización, en el sentido de Fonagy, es decir, ser capaz de darse cuenta de los propios estados mentales y de los estados mentales de los otros, como estados diferentes. Y como ya sabemos, una buena función reflexiva correlaciona con un apego seguro y con la salud mental.

A la escasa diferenciación se le llama “fusión” o aglutinamiento. Son personas muy apegadas emocionalmente a su familia, la pertenencia ha ahogado a la diferenciación. Las emociones contagian al clan familiar, los vínculos se vuelvan dependientes. Hay poco respeto a la individualidad de sus miembros. En terapia familiar se denominan familias aglutinadas. La sumisión y la fidelidad al clan es lo que importa.

Existiría una tendencia a reproducir modelos a través de las generaciones. Cada uno traemos en nuestra mochila nuestro propio nivel de diferenciación, de mentalización. Este estado actuaría como un capturador de universo. Cada uno vivimos en un universo propio y encontraremos pareja de un nivel de diferenciación similar. Cada vez que en una relación o en una terapia conseguimos progresar en nuestra mentalización, un velo se cae, salimos del encantamiento, y nos movemos hacia otro universo o cosmovisión distinta.

Pertenencia y diferenciación no son sinónimos de sumisión y libertad

Pertenencia y diferenciación también pueden ser leídas como… sumisión y libertad. Y esta es una lectura disfuncional. El pensamiento dicotómico, la ilusión de alternativas deforma la relación entre estos elementos fundamentales del desarrollo que deberían caminar a la par.  Suele ser un error entender el largo periodo de la infancia como un modelo de sumisión hasta llegar a la etapa explosiva de la adolescencia donde surge la lucha por la identidad y la diferenciación. Podemos transmitir un mensaje muy doloroso: “tú no eres como yo quiero que seas”.

Podríamos decir que la infancia es la única etapa de la vida que se vive con autenticidad, para bien o para mal. En la ventana de oportunidad de la adolescencia, el conflicto emerge para ser resuelto, pero muchas veces se cierra mal. No es casualidad que una gran mayoría de trastornos psicológicos comiencen en esta etapa. Cerrada esa ventana, la estructura mental cristaliza, y tendemos a la representación de un papel y a la repetición.

El parenting o crianza consiste en conjugar inteligentemente la necesidad de amor y conexión con los límites y la disciplina.

Si lo idóneo es que pertenencia y diferenciación crezcan de la mano, ambas han de estar presentes y vivenciadas durante todo el periodo de desarrollo.

La principal tarea como padres es estar bien nosotros mismos

Ser padres no es tarea fácil. Decía José Antonio Marina que es la tares más difícil del mundo. Y estoy de acuerdo.
Creo que para lograr el abrazo entre este par dialéctico, como padres necesitamos “saber estar y escuchar” y me atrevería a especificar que consistiría en tres actitudes:

  • La presencia amorosa;
  • Mantener límites claros y flexibles;
  • Dejar espacio para la diferenciación.

No son tareas que se aprendan leyendo. Lo mejor es entender la educación como un proceso de ida y vuelta, entender que los hijos también nos enseñan, también nos educan. Delegar en las instituciones y en psiquiatras y psicólogos no es la solución. Sin duda, podemos apoyarnos en ellos, pero al final es nuestra tarea. Y nuestra principal tarea es estar bien nosotros mismos. Porque, en definitiva, enfermamos por los otros, y nos curamos a través de ellos también. Nadie se cura a sí mismo.

 

Referencias

Wilber, Ken: Psicología integral. Kairós 1994
Bowen, M. De la familia al individuo. Paidós. Barcelona 1991.
Eibesfeldt Eibl: Amor y Odio. Salvat, 1986
Fonagy, Peter: Teoría del apego y psicoanálisis. Espaxs, 2010
Marina, J.A.:El laberinto sentimental. Anagrama, 2006

 

José Antonio Barbado Alonso

Psiquiatra y Psicoterapeuta

MIMAPA – Centro de Psiquiatría y Psicología en Ourense

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