Ansiedad: la cárcel de la libertad

Ansiedad: la cárcel de la libertad

¿Qué es la ansiedad?

Conviene recordar algo que es obvio y que ha sido experimentado por todos nosotros: la ansiedad forma parte de la vida. Es cotidiana, aparece en multitud de ocasiones; cuando nos presentamos a un examen o  a una prueba, cuando nos sentimos agobiados en un lugar repleto de gente, cuando nos sobresaltamos ante la aparición repentina de un animal, cuando prevemos un peligro inminente. Se podría decir que lo único seguro de la vida es la inseguridad. Por eso existe el miedo y la ansiedad. Si tenemos deseos, preferencias, proyectos, tenemos ansiedad. Desde el momento que nos separan de nuestra madre ya sentimos ansiedad. Y nos va a acompañar a lo largo de la vida. Sentiremos ansiedad y buscaremos como calmarla. Con el desarrollo, la adquisición de la conciencia de nuestra propia finitud hará que la ansiedad se consolide como compañera de viaje.

De ventaja evolutiva a cárcel de la libertad

Y es una buena compañía. La ansiedad nos aporta una ventaja evolutiva. Nos permite diferenciar al amigo del enemigo, distinguir el peligro, eludir lo amenazador, defendernos si el balance costes-beneficios así lo indica. La ansiedad mejora nuestro rendimiento y nos ayuda a echar el resto. La ansiedad nos enfrenta a nuestras opciones y nos mueve a decidir. “la angustia es el vértigo de la libertad” decía Kierkegaard.

Pero no siempre es así. A veces es lo contrario, una cárcel para la libertad. Algunas personas tienen más propensión a la ansiedad excesiva, patológica. Y la adquieren de sus padres. Todo lo bueno y todo lo malo vienen del mismo sitio. La crianza y los genes.

De padres ansiosos, hijos ansiosos

El circuito cerebral relacionado con la supervivencia está hipersensibilizado en ellas y provoca la respuesta ansiosa. Y lo llamativo es que esta circuitería se transmite de generación en generación. La memoria del linaje familiar salta a través de la trasmisión oral y a través del encriptado genético. De padres ansiosos, hijos ansiosos. En estudios con descendientes de víctimas del holocausto se ha visto que heredaban la desregulación del circuito del estrés de sus padres, adquirida por sus experiencias de trauma.

Pero la crianza y las experiencias de apego a edades tempranas también pueden desregular este circuito, o amplificar aquel que ya venía alterado de serie. Las interacciones repetidas con nuestras figuras de apego es la primera estrategia para calmar nuestro sistema de estrés, y seguirá siendo una de las principales a lo largo de la vida. Cuando estás interacciones fallan, no nos calmamos, y nuestros circuitos siguen activos.

Ansiedad: el origen de las patologías de salud mental

Con el surgimiento evolutivo de la conciencia superior, aparecen la mayoría de los trastornos mentales. Dotados evolutivamente para responder con ansiedad ante retos de supervivencia y como mamíferos, ante la ansiedad de separación -sistema de pánico-, en los humanos se superponen las alarmas virtuales o simbólicas; o sea, cualquier cosa puede ser objeto de temor.

La ansiedad es el comienzo de la mayoría de las patologías en salud mental. Comienza la ansiedad y después, en función de nuestras estrategias para enfrentarlas, termina cristalizando en diversas formas, más o menos estables, que los psiquiatras acostumbramos a llamar con distintos nombres: fobias, obsesiones, crisis de ansiedad, ansiedad generalizada…

Es importante entender la ansiedad como un telegrama desde el interior de nuestra mente. Un aviso de que algo no va bien, de que algo falla en nuestro mapa. Es interesante enmarcar la ansiedad en nuestro hilo biográfico, entrelazarla en nuestras historias de vida. Darle un sentido. Tratar la señal de ruido y dejar de lado el sentido, la significación, es acallar la voz interior. Es anestesiar el dolor sin aprender nada.

Tomar fármacos, sentir alivio y seguir como si nada, es comprar boletos para el próximo aviso, quizás más intenso.
El tratamiento idóneo ha de buscar aliviar y también significar. Encontrar el sentido de nuestra ansiedad.

 

José Antonio Barbado Alonso

Psiquiatra y Psicoterapeuta

MIMAPA – Centro de Psiquiatría y Psicología en Ourense

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