Frente a la culpa, autocompasión

Frente a la culpa, autocompasión

Apego a la culpa por equivocarnos

¿Merece la pena estancarnos y destruirnos por apegarnos a los errores, a la culpa, y obviar la autocompasión?

Nos aferramos a las personas, a las cosas, a lo que hemos hecho y sentido en determinadas situaciones. Nos apegamos a casi todo. A lo positivo, a lo negativo; con diferencias. Lo positivo lo vamos soltando casi sin darnos cuenta, lo negativo parece que incluso se aviva con el tiempo. Nos creamos obstáculos, barreras invisibles que nos condicionan. Da igual que los recuerdos y las emociones que evoquen esas vivencias sean positivos o negativos, son un lastre que nos ubica en un pasado lleno de límites. Nos cuesta dejar ir. A veces por miedo a perder una parte de nosotros mismos, porque asociamos pasar página con olvidar, porque el hecho vivido nos ha marcado tanto que somos incapaces de superarlo sin ayuda, y otras veces, porque nos apegamos de forma cruel a la culpa que nos generan los errores cometidos.

Nuestro cerebro es un perfecto generador de trampas hacia nosotros mismos. Y entre esos enredos que crea, la auto-exigencia exacerbada y la culpa desmedida y malinterpretada ante los errores, son cepos improductivos y autodestructivos. No importa lo que hayamos hecho. De la recreación constante de los propios errores no se construye nada positivo, solo se avivan la tristeza, la ira, la rabia y la frustración.

Ante los errores, lo único válido es construir un refugio dentro de nosotros mismos donde imperen el auto-entendimiento, la auto-aceptación y la autocompasión, y en el que se parta de la premisa de que perdonarse a uno mismo es conveniente, sano, y que no significa evadir responsabilidades ni ser débiles. Perdonarse es entenderse y liberar emociones para continuar.

Autocompasión: el freno a la exigencia de tener que ser los mejores

El secreto de esa autocompasión, del auto-entendimiento y la propia aceptación no es más que mirarse con cierto cariño. El entorno no lo pone fácil. Vivimos en una sociedad altamente competitiva en la que la compasión ha quedado relegada, y que nos ha enseñado a poner el foco en los defectos, debilidades y fracasos, para jugar con ellos con el fin de hacernos daño por no ser los mejores.

La clave del bienestar, de la salud emocional y, por tanto de la salud mental, está en el otro extremo; en escapar de esa tendencia que constituye una continua amenaza. Las cosas no siempre salen como deseamos. Las frustraciones, las pérdidas, las equivocaciones forman parte del día a día y de la condición humana. Cuanto más conscientes seamos de esa realidad más capaces seremos de sentir autocompasión.

Dejemos de ser para nosotros mismos desconocidos sin compasión y actuemos como lo haría una madre o un educador que analiza los errores en un marco formativo pensado para la mejora, no para ser una amenaza a la autoestima y el desarrollo. No se trata de hacernos frágiles y caer en nuestra propia red de victimismo, ni tampoco pensar que somos maravillosos. La autocompasión nada tiene que ver con eso, sino con entender los motivos que nos han llevado a cometer los errores y asumirlos.

La autocompasión implica cultivar una actitud Mindfulness

  • La autocompasión implica calidez y comprensión hacia uno mismo cuando sufrimos, cuando no nos sentimos merecedores de algo. Es el contrapunto a la autocrítica destructiva. No somos infalibles y tampoco lo son los demás. Todos cometemos errores porque nadie tiene el completo control de su comportamiento ni de sus circunstancias.
  • La autocompasión es atención plena, es aprender a vivir con una actitud Mindfulness. Requiere de una mirada equilibrada hacia las emociones negativas, ya que el objetivo no es suprimirlas ni exagerarlas, sino comprenderlas. Y ocurre lo mismo con las emociones positivas; no se trata de enfatizarlas, sino de mantenerlas en un sano equilibrio. Las emociones deben ser analizadas con franqueza, sin crítica y con receptividad.

Aunque la autocompasión no es la opción habitual a la que recurrimos la mayoría de nosotros cuando las cosas van mal, cualquier persona puede aprenderla a través de diferentes terapias.

Equivocarse no es tan malo ni bochornoso. El error es útil. Aceptar el fracaso es un ejercicio de humildad.

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