¿Somos como queremos ser?

¿Somos como queremos ser?

Expectativas de las figuras de apego: regalo o veneno

Nacemos cargados con una mochila cuyo contenido no hemos elegido pero puede condicionar el resto de nuestra vida. Nadie se libra de ella, aunque su influencia real la determinarán de forma consciente o inconsciente nuestras figuras de apego durante la infancia y la adolescencia.

Ya antes de nacer, las que serán nuestras figuras de apego han diseñado mentalmente lo que les gustaría que fuera nuestra vida; cómo les encantaría que fuésemos, lo que deberíamos hacer, las aspiraciones que deberíamos tener, lo dichosos que se sentirían si lográramos ser de una determinada manera o lograr algunos objetivos… Sueños, ilusiones, esperanzas que depositan en nuestra persona y que de una forma más o menos latente intentarán que cumplamos para satisfacer sus propósitos o necesidades emocionales no resueltas.

Esas expectativas pueden ser un regalo o un veneno. Pueden convertirse en un regalo resultado del afán que tienen esas figuras de apego por cuidarnos, por protegernos y porque tengamos éxito – y ello dependerá del modelo de apego, crianza y educación que elijan para nosotros- o convertirse en todo lo contrario, en un auténtico veneno cuando esas expectativas son opuestas a lo que realmente somos y a lo que nos gustaría ser y hacer.

A medida que crecemos esa mochila de expectativas que configuran las figuras de apego en un primer momento, se completa con las expectativas que sobre nosotros depositan amigos, educadores… y  con las expectativas que nosotros mismos creamos. La situación se complica. Se recrudece la “batalla” interna a dos bandas entre, por una parte, dejarnos alcanzar por las influencias de los demás y  esforzarnos por lograr lo que los otros esperan de nosotros, y por otra parte, apostar por ser nosotros mismos y conseguir nuestros propósitos, asumiendo y aceptando las decepciones y el rechazo que eso puede generar.

En la lucha entre ser nosotros mismos o ser como los demás quieren que seamos nos creamos diferentes personalidades para sentirnos aceptados

Como explica Lise Bourdeau en su libro Las cinco heridas que impiden ser uno mismo, durante los primeros años de la infancia somos nosotros mismos. A medida que crecemos las figuras de apego y el entorno social y educativo tratarán de que cambiemos nuestro comportamiento; incluso pueden hacerlo bajo un argumento de dudosa validez: la adaptación social. La forma en la que lo hagan provocará o no que empecemos a sentir que no podemos seguir siendo como nos gustaría, lo cual nos generará dolor. Un dolor que se convertirá en rebeldía, incluso en rechazo hacia nuestros referentes, hasta lograr un estado de resignación en el que nos crearemos distintas personalidades, diferentes disfraces, para según la situación satisfacer las necesidades de unos u otros y sentirnos aceptados.

Ese es el punto en el que hemos perdido la “batalla” con nosotros mismos y hemos decidido buscar una manera para escapar del dolor y del sufrimiento que nos provocan no ser aceptados y/o decepcionar a los demás. Es en esta última etapa en la que comienza el verdadero peligro para nosotros. Nos hemos perdido a nosotros mismos no sin consecuencias. Nos convertiremos en personas heridas y antes o después nos acabaremos sintiendo fracasados, perdedores. Terminaremos enfermando.

Las heridas pueden curarse con autocompasión

Lo bueno es que, aunque sea difícil, existe la posibilidad de sanar esas heridas, de analizar lo que realmente somos y queremos ser, y de lograr cambiar para reencontrarnos y abrazarnos a nosotros mismos.  Existe la posibilidad de decir “hasta aquí”, y de empezar a practicar la autocompasión e iniciar el camino a la inversa para lograr la propia esencia. Toca empezar a practicar el narcisismo saludable.

 

Referencias

Bourbeau, Lise. (2011). Las cinco heridas que impiden ser uno mismo. Editorial OB STARE

Deje una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *