“No llevar otro propósito que el bien y la salud de los enfermos”, Juramento Hipocrático. Este juramento, entre otras cuestiones, nos obliga como médicos a colaborar entre nosotros a fin de lograr el propósito para el que nos hemos formado y con el que nos hemos comprometido: el bien y la salud de los enfermos, por encima de ideologías y motivaciones económicas o de otro tipo.
Esta colaboración debería incluir el poder relacionarnos sin recelos entre los médicos que trabajamos en el ámbito público y privado. Es obligación del médico estar por encima de las normas impuestas desde la administración y la economía que priorizan otros intereses frente a nuestro interés fundamental y único que debería ser velar por el bien y la salud de los enfermos.
Yo trabajo en el ámbito privado. Mi razón fundamental de haber elegido este ámbito es que puedo realizar mi trabajo en unas condiciones que favorecen el que pueda cumplir con el juramento al que estamos obligados todos los médicos: puedo dedicar tiempo a los pacientes y, como psiquiatra, puedo realizar esa parte tan importante de nuestra profesión que es escuchar al paciente, acompañarle en su sufrimiento y hacer terapia, porque la terapia ha sido toda la vida una herramienta imprescindible en el campo de la Psiquiatría.
Pautamos también tratamientos farmacológicos. Y, es en este punto donde, yo como psiquiatra-médico, echo en falta esa imprescindible colaboración cuya falta mis pacientes también sufren.
Que no haya colaboración entre el ámbito público y privado solo genera más confusión y desamparo. No se trata de eliminar a los médicos de uno u otro ámbito. Los pacientes no dejan de escuchar: “para que te podamos atender aquí, tienes que dejar de ir allí”.
La competencia del médico no depende del entorno donde trabaja, sino de sus propias capacidades y de las herramientas de las que dispone.
Uno de los elementos fundamentales para un tratamiento exitoso, no sólo en Psiquiatría, también en el resto de las especialidades médicas, es la relación terapéutica. Es importante que el paciente confíe. De otro modo la adherencia al tratamiento se verá comprometida y con ello los resultados terapéuticos. Y los pacientes no dejan de escuchar: “¿por qué vas al privado?, no tienes que ir allí, tenemos médicos en la pública que te van a atender mejor…”
Al demonizarnos, estamos dejándonos llevar por criterios que nada tienen que ver con el bien y la salud de nuestros pacientes; ni con la competencia particular de cada profesional. No se valora cómo va el paciente, cuál es su necesidad…Tampoco se pone en valor la autonomía del paciente para tomar sus propias decisiones con respecto a su salud; a pesar de que los médicos estamos obligados a respetar una ley que se denomina: Ley de Autonomía del Paciente.
En el ámbito de la Psiquiatría, esta falta de colaboración es especialmente importante, sobre todo en lo referente a la prevención del suicidio. Los protocolos están muy bien, pero no son suficientes. Yo propondría:
• Que se pueda pautar el ingreso del paciente, con unos objetivos terapéuticos consensuados con el psiquiatra que lo lleva ambulatoriamente en la privada.
• Que los tratamientos farmacológicos estén más controlados y los pacientes no tengan acceso tan fácil a la medicación.
Con respecto a la medicación pautada por los médicos de la sanidad privada, nos encontramos con que sus médicos de familia se niegan a facilitarles las recetas, por presiones de los de arriba, y no por su compromiso con buscar el bien y la salud de los pacientes.
Bien, aquí hay un problema grave. Veamos un ejemplo típico.
El paciente X tiene clínica importante de ansiedad, con síntomas depresivos. Acude a su médico de familia que le pauta un ansiolítico o un ansiolítico más un antidepresivo. Y le da un volante, que no es urgente, para la Unidad de Salud Mental. Mientras, se toma ese tratamiento. No le va bien. Tampoco confía demasiado: “fue una consulta rápida y el médico de familia no es psiquiatra o no me conoce, porque me lo cambian cada poco tiempo… “. Se están dando una serie de circunstancias que van en detrimento de la confianza de los usuarios de la salud pública, generando además muchos sentimientos negativos de rabia y frustración que sufren los facultativos. Como tiene que esperar demasiado, va a un privado. Le atienden con detenimiento y, como esa medicación “no le iba bien”, hace un cambio. Otro antidepresivo y otro ansiolítico. Le hace receta privada, porque el médico de familia tiene un cartel en la puerta que dice: “no se hacen recetas de privados”. El paciente no informa a su médico de familia y refiere: “tengo miedo de que me riñan”, síntoma claro de la “buena” relación terapéutica con su médico de familia. El médico de familia, por tanto, no sabe que su paciente ya está tomando otro tratamiento que no es el que le pautó. Y en la farmacia, si el paciente quiere hacer acopio de medicación, tiene carta blanca para seguir adquiriendo nuevas cajas, tal vez pueda necesitarlas en el futuro si hay ideación suicida. Cuando tiene la cita del psiquiatra de la Unidad de Salud Mental va: “porque sino me van a dar el alta” -el paciente, por su clínica, también disfruta de una baja laboral- “no le voy a decir que voy a un privado, porque seguro que me riñe”. Empezamos mal… El psiquiatra de la Unidad de Salud Mental quizás no tenga ni idea de qué está tomando el paciente. Le pautará lo mismo que le ha dado su médico de familia, es también posible que haga algún cambio y entonces añadiremos otra caja más de medicación…
Así estamos funcionando. Pacientes que tienen auténticas farmacias en su casa.
Médicos que difícilmente pueden controlar lo que sus pacientes toman, ni lo que tienen almacenado en sus casas.
- Debería haber una receta única: la del sistema de salud pública. Debería desaparecer el cartel de la puerta que dice: “no se hacen recetas de privados.” El médico de la medicina privada está, como mínimo, tan capacitado como el de la sanidad pública para la prescripción facultativa. Todos somos colegiados.
- La receta única es la única manera de controlar qué medicamentos tiene el paciente en su casa. Y, cada vez que haya un cambio de tratamiento, el sobrante debería ser entregado en farmacia.
- La receta única es la única manera de que el medico de familia pueda registrar en la historia clínica lo que está tomando el paciente. Qué le funcionó. Qué le ha ido mal.
- La receta única evitaría el miedo del paciente a hablar con su médico de lo que está tomando, de quién está llevando su tratamiento, etc…
- Y, si a la receta única, le añadimos una mayor comunicación entre el médico de familia y los especialistas de la pública y la privada; la atención al paciente mejoraría, creo yo, de forma muy significativa.
Dejemos de luchar. Colaboremos más. Menos ideología y más sentido común. Respetando la libertad y autonomía del paciente.
Respetándonos como profesionales que somos todos de esta profesión tan bonita que es la medicina en todos sus ámbitos.
Dra. Mercedes Fernández Valencia
Psiquiatra y Psicoterapeuta
MIMAPA – Centro de Psiquiatría y Psicología
Totalmente de acuerdo contigo,lo único que genera esta desconexión pública/privada es confusión en los pacientes y duplicidad de tratamientos