La escritura como recurso terapéutico

La escritura como recurso terapéutico

“Al parecer, su pensamiento obsesivamente racional a esa edad sólo era una compensación por todas las ansiedades. Porque estaba ese padre, ese padre dominante, que emitía una sombra sobre él. Sentencioso, con un estricto código moral. Y él trataba con ahínco complacer a ese padre, cumplir con sus estándares… pero siempre pensaba que fallaba”…

Así empieza la “Página Matutina” que Jonathan, el personaje masculino del remake de “Scenes from a Marriage” de Ingmar Bergman, escribe como tarea de un tratamiento psicoterapéutico que está realizando para sobrellevar un proceso de separación doloroso y donde le piden escribir cada día lo primero que pase por su cabeza nada más levantarse, antes de ducharse, antes de desayunar, antes de leer el periódico… antes de que el día empiece.

Ver esta escena me llevó inevitablemente a pensar en todas esas personas que acuden a terapia y en cómo estas palabras las podría haber escrito cualquiera de ellas.

…“Por el otro lado, estaba la madre, que siempre era demasiado débil para enfrentar todo esto. Era una persona tan ansiosa que incluso con ella ese niño no podía ser él mismo, ni compartir sus dificultades, sus temores, porque inmediatamente ella se abrumaba y su ansiedad sólo se sumaba a la suya”…

Un padre recto, estricto, exigente, que le ha hecho sentir que nunca es lo suficientemente bueno, que nunca hace las cosas lo suficientemente bien, y una madre tan desbordada por sus propias emociones que es incapaz de ser un sustento seguro para sus hijos. Y, como resultado, un hombre adulto que se esconde, que se retrae, que no se permite conectar con sus propias emociones por miedo a no saber qué hacer con ellas, o por miedo a que las juzguen, a que las invaliden… o a que dejen de quererle por sentirlas.

Es una realidad familiar tan habitual que no la percibimos como algo traumático, como algo que hiere y, en consecuencia, hemos aprendido a culparnos a nosotros mismos bajo el discurso de “no me ha faltado de nada, me han dado todo lo que necesitaba, no tengo de qué quejarme y soy malo por hacerlo”, un pensamiento que me atrevo a asegurar que todo profesional de la salud mental ha oído en la gran mayoría de sus pacientes.

Y Jonathan sigue:

…”Pero sólo después de que ella se fuese, se dio cuenta de cuánto, incluso con ella, estaba él, pero no estaba. Qué difícil debió de ser vivir con esto, con alguien que siempre está parcialmente en otra parte, dentro de su propia cabeza y cómo eso debió hacerla sentir sola y desapercibida”…

Qué poca importancia le han dado a nuestras heridas emocionales, a esas mochilas que llevamos siempre con nosotros y qué poco conscientes somos de cómo ese pasado va irremediablemente allá donde nosotros vayamos, cómo condiciona las relaciones que tenemos, el mundo que vemos y de qué manera nos impide disfrutar de todo eso que sí está bien en nuestra vida o incluso nos lleva a perderlo sin que entendamos el porqué.

“Hasta que el inconsciente no se haga consciente, el inconsciente dirigirá tu vida y tú lo llamarás destino” (Carl Jung).

Ojalá Jonathan encuentre ese lugar dentro de sí mismo donde, sin juicios y sin culpa, se permita llorar de tristeza, de rabia o de felicidad, enfadarse consigo mismo y con los demás, alegrarse, lamentarse, jugar, tener miedo, entristecerse, disfrutar, frustrarse, amar…

Ese lugar donde pueda vivir con libertad.

**Secuencia de la serie “Secretos de un matrimonio”, que puede verse en la plataforma Pelisflix

 

Aurora Varela Rodríguez

Psicóloga y terapeuta

 MIMAPA  – Centro de Psiquiatría y Psicología

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