Contagio mental

Contagio mental

El contagio mental: la ilusa unanimidad

Los hombres piensan en rebaño y se VUELVEN LOCOS en rebaño; y solo recuperan sus sentidos lentamente,  y de UNO en UNO. Charles Mackay

 

Cuando un grupo de la misma especie sincroniza sus emociones y conductas hablamos de contagio mental.

El término “contagio” en sí mismo tiene sus raíces en la palabra latina contāgium, y literalmente significa “del tacto”. El contagio, por tanto, se refiere a un proceso de transmisión por contacto.  La palabra contagio se emplea en enfermedades infecciosas. El concepto esencial aquí, es “transmisión”. Transmisión es transferir de un lado a otro. Transmitimos enfermedades, transmitimos calor, transmitimos datos, y también comportamientos.

En el mundo animal lo observamos: de repente una gacela gira su rumbo al ver a un león,  y casi al unísono el resto del grupo inicia la huida en la misma dirección. Un mono empieza a gritar y los demás monos del grupo le imitan, antes de ver el motivo de la alarma; lo mismo ocurre en los rebaños cuando ven al lobo.

Los seres humanos somos animales sociales y, por ende, animales miméticos; tendemos al gregarismo y nos contagiamos emociones, conductas, creencias, unos a otros. Estar solo disminuye la capacidad de supervivencia; por eso, muchas veces, sacrificamos la individualidad y nos sometemos al grupo; por eso, ante situaciones amenazadoras, el grupo social se cohesiona.

Las emociones humanas se contagian con facilidad. La alegría, el alborozo y la risa son muy contagiosos; todos lo hemos experimentado. El miedo y el pánico también, como podemos recordar en todas aquellas estampidas de masas que acaban trágicamente. La rabia es igualmente transmisible. Lo vemos en los episodios de linchamientos tumultuarios de sospechosos, y lo vemos habitualmente en los linchamientos “virtuales” en las redes, de aquellos que no son vistos como “uno de los nuestros”.

En el ámbito psicopatológico es conocido el llamado “efecto Werther”. Fue definido por el sociólogo David Phillips, para explicar el efecto contagio de las conductas suicidas debido a la influencia de noticias relacionadas con el suicidio. El nombre procede de la novela de Goethe “Las penas del joven Werther”, en la que el protagonista, herido de desamor, se suicida. El libro provocó una ola de suicidios en toda Europa hace dos siglos y llegó a prohibirse en algunas zonas.

Efectos similares de contagio por imitación se han descrito en las conductas anorexígenas entre adolescentes, en el consumo de un tóxico de moda, en el comportamiento delictivo y de violación de reglas.

En Psiquiatría es conocido el Trastorno Psicótico Compartido o “folie à deux”, un trastorno en el que un delirio es trasmitido de un individuo a otro, generalmente convivientes. También se ha descrito casos de “folie à famille”.

El contagio histérico tiene una vasta literatura que lo explica. Se trata de un contagio mental con fuerte carga emocional movilizado por la capacidad de sugestión e influencia dentro de un grupo.  Algunos autores consideran que lo más relevante en este tipo de contagio es la expectativa, consciente o inconsciente, de un beneficio secundario en el rol de enfermo.

Hay una larga lista de ejemplos en la literatura de los contagios histéricos grupales, las llamadas histerias colectivas.

Desde el archiconocido caso de las brujas de Salem, de 1692, a episodios más recientes como el ataque de risa incontrolable que contagió a varios poblados en Tanzania, en 1962, y que se mantuvo durante 18 meses; el famoso caso “June Bug” en 1962 en EEUU, donde cayeron enfermos una gran parte de los trabajadores de una fábrica textil por la supuesta picadura de un insecto inexistente. Sin olvidarnos de Orson Welles y su adaptación radiofónica de “La guerra de los mundos”, en 1938, que provocó un pánico colectivo con miles de personas en las calles, en el contexto del clima prebélico de la Segunda Guerra Mundial.

Las histerias colectivas no son fenómenos raros que se describen en los libros. En la situación actual de hipercomunicación por las redes sociales y con el retroceso de un pensamiento crítico en la población general, el caldo de cultivo para este tipo de fenómenos está servido.

El pensamiento de grupo daña los juicios morales y la eficacia mental

Cuando las personas se convierten en masa se produce una especie de apagado de la idiosincrasia personal, la racionalidad individual retrocede y deja paso, por un tiempo, a una especie de “alma colectiva” o “espíritu de masa” que gobierna las conductas de los miembros del grupo. Se asemejaría a una especie de trance hipnótico del que se van recuperando poco a poco en cuanto decae la influencia, como nos dice la frase de Charles McKay.

Algo parecido a esto describió el psicólogo Irving Janis en 1972 cuando describió el “groupthink”, el pensamiento de grupo.

Se trataría de un modo de pensar la realidad en el que las personas están muy involucradas dentro de un grupo cohesivo, y dejan de lado sus criterios personales, y pasan a comportarse de manera muy distinta a como lo harían de forma individual.

El pensamiento de grupo se sostiene en una creencia inquebrantable en su juicio moral, en una visión esquemática, estereotipada y, en ocasiones, deshumanizada, de los que no son integrantes del grupo. Existe un seguidismo al líder del grupo, se castiga la autocensura, y se vive en un clima de ilusa unanimidad. Janis señala que los juicios morales y la eficiencia mental se ven claramente perjudicados cuando nos sumergimos en un pensamiento de grupo.

Contagio mental: de la neurobiología y la empatía a la dilución de la responsabilidad individual

Algunos casos de contagio emocional entre personas con fuertes vínculos pueden explicarse con el concepto de sincronización neurobiológica. Somos sistemas abiertos y desde el nacimiento necesitamos sincronizarnos con nuestro cuidador para que nuestros sistemas fisiológicos funcionen óptimamente. Esto nos ayudará a regularnos emocionalmente y a beber de las creencias y valores que nos transmitan. De manera que estamos preparados para contagiarnos y recibir influencia de aquellos con los que nos vinculamos. Así lo señala el refranero: “dos que duermen en el mismo colchón, se hacen de la misma condición”; o aquel que dice “dime con quién andas y te diré quién eres”.

De manera que la misma neurobiología (neuronas espejo, resonancia límbica) que está implicada en la imitación y la empatía estaría detrás del fenómeno del contagio mental.

Esta misma explicación podría estar en la conexión terapeuta-paciente. Desde hace muchos años, y sobre todo desde las terapias corporales se recomendaba la “técnica del calcado”, la imitación consciente y voluntaria del terapeuta de las posturas, expresión facial, conductas paraverbales del paciente, para alcanzar un mayor grado de sintonía. Esto facilitaría la “lectura corporal” gracias a que el terapeuta sincronizaría con el estado de su paciente y podría ser capaz de sentir lo que él siente.

Gracias al contagio mental conductas inhibidas o inconscientes se liberan bajo el paraguas del grupo

De entre las teorías que intentan explicar el contagio mental me gustaría destacar la llamada “teoría de la convergencia”.  Esta teoría sugiere que motivaciones previas individuales más o menos conscientes hacen que la masa converja. Primero es la similitud y luego el colectivo. Los comportamientos no se transmitirían por el contacto mutuo, sino que las conductas inhibidas o inconscientes se liberarían bajo el paraguas del grupo. El conflicto intrapsíquico se pone de manifiesto bajo el pensamiento de grupo, y la responsabilidad individual queda diluida en la protección grupal.

Así que podemos decir que el contagio mental es ubicuo. De igual manera que no podemos no comunicarnos, se podría decir que no podemos no contagiarnos. Contagiarse y no contagiarse corresponde al mismo nivel de debate que el de pertenencia y diferenciación. A mayor pertenencia, mayor contagio y viceversa. A menor contagio, mayor diferenciación y al revés.

El asunto es ser conscientes y poder elegir nuestras influencias.

 

Bibliografía 

 

Un comentario
  1. Me viene ahora a la memoria la ola de suicidios que de vez en cuando sufre Japón, muy en particular, cuando alguna figura de relevancia pública, sobre todo entre los jóvenes, se quita la vida: actores, cantantes, dibujantes de anime… Da miedo ¿no?

    Es importante que las colectividades tengan líderes con sentido común, calma y los pies en el suelo. Como ciertos líderes empiecen a contagiar a la población, buena nos espera.

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