¿Cómo funcionan las familias patológicamente narcisistas?
La familia hiere. Todos sobrellevamos alguna herida de ese tipo. “Infancia feliz” y “familia perfecta”, comentarios frecuentemente oídos en las entrevistas, no solo expresan mecanismos de idealización sino que sencillamente no son ciertos.
La familia es el crisol donde se cuece todo lo bueno y lo malo de la condición humana. La familia da y quita, aporta y limita, sana y daña.
Hay familias donde el daño es más profundo y más frecuente. Familias donde la rigidez, la culpabilización, la manipulación emocional y el criticismo despiadado son la norma. Una de esas familias es la llamada familia narcisista.
Siguiendo a autores como Julie Hall, que han descrito con acierto y profundidad a este tipo de familias patológicamente narcisistas, podemos organizar la novela familiar según constructos de evaluación en terapia familiar: roles, proceso, estructura y cosmovisión.
Roles: los personajes
La dinámica familiar va asignando roles a los diversos miembros de la familia, roles que pueden ser cambiantes a lo largo de la historia familiar y en función de las distintas crisis y equilibrios de poder. Algunos de los roles que se han definido son:
- El narcisista principal: es el lomo plateado de la familia, el narcisista fetén. Suele ser el padre, o también puede ser la madre. El narcisista arrastra una herida temprana y profunda que esconde desarrollando una personalidad grandiosa, perfecta, incompatible con el error. Esta estructura del self requiere alimento emocional para mantenerse intacta, por eso el narcisista utiliza a los suyos como si fueran un tablero de ajedrez, les asigna roles a su conveniencia, y los hijos pasan buena parte de su tiempo pensando en cómo evitar conflictos con él y esquivar su ira.
Una pauta guía la conducta del narcisista: primero están sus propias necesidades, después las de los demás; a partir de ella se edifica el comportamiento abusivo y negligente.
El narcisista se cree el maestro y los demás sus discípulos, el psiquiatra y los demás sus pacientes, el jefe y los demás sus empleados. Si alguien los confronta y se rebela no entienden tamaña ingratitud y descargan su rabia y su paranoia contra él.
- El codependiente: es el facilitador de la conducta del narcisista jefe. Suele ser el cónyuge, o uno de los hijos. El mensaje que quieren transmitir es “no pasa nada”, todo esto es normal, es decir, negar la existencia de maltrato. Su poca autoestima le lleva a aceptar una pequeñez frente a la grandiosidad del narcisista. Los codependientes reciben un trato manipulador alternándose el modo amable o especial con el abuso y la vejación. En muchas ocasiones, facilitan el mecanismo del chivo expiatorio para calmar al narcisista.
- Monos voladores: son hijos u otros familiares. Asumen el trabajo sucio de la familia narcisista. Son uno o más familiares que activamente buscan la crítica y el conflicto. Mantienen viva la tensión del “divide y vencerás”. Son expertos en las triangulaciones, en el dos o más contra uno; triangulaciones variables cuyos actores y roles van cambiando con el tiempo, y tras cada crisis. Muchas veces, ellos también tienen un perfil sesgadamente narcisista.
- El niño dorado: es el favorito, el idealizado; se convierte en la proyección de los anhelos del narcisista. El precio que paga es la complacencia ante cualquier cosa que pida el narcisista, la obediencia ciega, y el aislamiento de los demás miembros. El fracaso en su función le llevaría fácilmente de ser el favorito a ser el chivo expiatorio.
- El chivo expiatorio: el sistema patológico narcisista elige a un miembro como chivo expiatorio en función de su “diferencia” respecto al grupo; suelen ser o los más rebeldes al sistema, o los más empáticos, o los más conscientes. Señalado como culpable de los problemas familiares, el narcisista y los monos voladores cargan contra él.
- El niño perdido: el niño perdido es el niño invisible, el no-visto. Su estrategia para sobrevivir al narcisismo familiar es no hacer ruido, no hacerse notar, no plantear demandas. Sufren más que otros el drama de la negligencia emocional.
- El niño neutral: pretende ser un muro de contención entre los narcisistas patológicos y el resto de la familia. Quiere pacificar, y no tomar posición. Es un papel malsano porque, al final, intentan tapar la realidad insoportable del maltrato psicológico familiar.
Proceso: las estrategias interpersonales
El proceso corresponde a las conductas interpersonales que son repetitivas y que se constituyen en pautas; pautas que generarán una estructura familiar que determinará la conducta de sus miembros. Algunas de las estrategias disfuncionales en este tipo de familia son:
- Parentificación: se trataría de una inversión de roles. Uno de los hijos, generalmente el mayor, es “elegido” para realizar tareas que no le corresponden por su edad; tareas como cuidar de los hermanos, cocinar, ganar dinero para la familia, ser confidente o cónyuge sustituto. La parentificación es una grave intromisión de los límites y supone un gran daño para el hijo parentificado. Aunque pueden sentirse especiales o más importantes durante un tiempo, sufrirán las consecuencias de adulto, entre ellas, el pensar que el amor han de ganárselo “trabajando”.
- Luz de gas: Conocida estrategia cuyo nombre viene de una famosa película. Se trataría de un comportamiento relativamente frecuente: hacer dudar al otro de sus propias percepciones de la realidad, hacerle pasar como débil o trastornado, mostrándole una realidad retorcida y distorsionada en función de sus objetivos. Común allí donde hay abuso psicológico.
- Proyección: Proyectar es achacar a otros pensamientos, sentimientos, actitudes que son propias pero que no se aceptan. Es atribuir a otro aquello que nos avergüenza. Puede ser tanto consciente como inconsciente; positiva como negativa. La proyección es consustancial al narcisista, ya que no hay nada que distorsione más la propia realidad que la vanidad.
- Campaña de desprestigio: en las familias narcisistas son recurrentes este tipo de conductas de difamación. Las victimas pueden ir cambiando en las sucesivas crisis. Se ataca a uno de los miembros, se le difama, a través de mentiras y chismorreos en grupos. La razón puede ser diversa: como venganza por haberse sentido ofendido, o por temor a sentirse “desenmascarado”, a que vean su verdadera cara.
- Idealizar y devaluar: la familia narcisista vive en constante lucha interna. Los jefes narcisistas, generalmente los padres, generan competencia insana, buscan dividir y confrontar, favoreciendo que el resentimiento y la inseguridad se instale entre sus miembros familiares. Así el control es más fácil. Favorecer a unos, machacar a otros. Lo hacen con tácticas de idealización a alguno de sus hijos (adular exageradamente, presumir de hijo delante de los otros, seducir, sexualizar..) o con tácticas de devaluación ( criticar, avergonzar, culpar, humillar). En cualquier caso muestra una incapacidad absoluta para VER a la persona real que tienen delante.
Estructura: las reglas implícitas
Toda familia se organiza alrededor de unas reglas que facilitan que el sistema permanezca estable a lo largo del tiempo. Algunas son explicitas y bien conocidas, otras son implícitas, no han sido verbalizadas ni consensuadas, pero de algún modo todos los miembros las conocen. Sería como el inconsciente implícito: lo sabido no hablado. Algunas de estas reglas implícitas de la familia narcisista serían:
- La aceptación es condicional. El mensaje es: para ser aceptado has de cumplir con nuestro sistema de valores y nuestro relato familiar. Los criterios diferentes son penalizados.
- La sumisión es lo esperable. No hay debate. Todo el mundo se someterá a la autoridad del narcisista dominante, por muy cruel y déspota que sea.
- Siempre hay algún culpable. Si surgen problemas, hasta los más nimios, alguien tiene que ser el causante. Está dinámica suele terminar en generar chivos expiatorios.
- No se permite mostrarse vulnerable. Mostrar debilidad, cometer errores, sacar el dolor y la impotencia son severamente penalizados. La mofa, la burla y el trato vergonzoso pueden perseguirles durante años.
- Hay que tomar partido. En una dinámica de constantes conflictos y confrontaciones, se “obliga” a tomar partido a todo el mundo, incluido los más pequeños, y si no se elige el lado correcto la persona será señalada.
- Los sentimientos no se muestran. Mostrarlos es señal de debilidad o de egoísmo. Solo la ira del narcisista dominante está permitida y normalizada.
- La negación de la realidad. Desde pequeños se les enseña a negar la realidad de la novela familiar. Se niega la ira desproporcionada, el maltrato continuado, la negligencia oculta, el clima de miedo, los chivos expiatorios.
- Predominio de la competencia. Se estimula la competitividad hasta grados insoportables. La comparación constante entre los miembros de la familia suele conducir a la vejación de los “perdedores”. Se crea un clima que deteriora la confianza mutua, que genera rencores entre los miembros y favorece la traición.
- No hay seguridad. Aunque no se sea el chivo expiatorio, todos los miembros de una familia narcisista crecen en un clima de inseguridad, ya que en cualquier momento pueden ser atacados por el narcisista, o ser objeto de burla, o ser apartado por el grueso del grupo.
Cosmovisión: la narrativa familiar
A lo largo del ciclo vital de una familia, la dinámica construida va consolidando una narrativa familiar propia, un mito, un conjunto de creencias compartidas por todos los miembros, asumidas sin reflexión, respecto a lo qué son, respecto a quiénes son. El mito tiene la función de mantener la unidad grupal por encima de todo; defender el grupo, mantenerse vivo en la mente de todos, aún a costa de la locura.
- Perfección y unidad conforman el mito familiar narcisista.
- Somos perfectos. Hacemos las cosas bien. No nos equivocamos. Cuando algo sale mal, otro tiene la culpa,” nosotros no mandamos luchar contra los elementos”. Éste es el lema que rige la vida de una familia narcisista. Si hay problemas, y siempre va a haberlos, no cabe la opción de que ellos, los padres, puedan estar equivocándose. Solo hay una explicación posible: la culpa es de otro/s. Eso es lo que se aprende, echar la culpa a otros y así poner a buen recaudo la propia responsabilidad.
El narcisista construye a su alrededor una máscara de personalidad de falsa seguridad y eficiencia. Construye un relato grandilocuente de su propia vida y de su familia. El autoengaño en la familia narcisista es la norma y es masivo. Detrás de esa máscara solo hay un profundo vacío.
Crecer en una familia narcisista suele influir en convertir a los hijos en personas adiestradas para la supervivencia: autosuficientes y profundamente egoístas. Se aprende que nadie va a estar allí para cubrir sus necesidades, que hay que buscarse la vida. Uno de los resultados es la incapacidad para amar de forma auténtica, y por tanto, la tendencia a convertir las relaciones en utilitarias.
- El grupo es más importante que los individuos. Las continuas refriegas de la familia narcisista pueden verse como una lucha perpetua entre el mito familiar de perfección y unidad y la necesidad individual de diferenciarse. El grupo siempre ha de prevalecer. En función de la rigidez de cada familia el grado de diferenciación será mayor o menor pero siempre insuficiente. Una diferenciación saludable solo puede lograrse marcando distancia con el grupo, o rompiendo con él. Pero esto ocurre pocas veces. En la mayoría de los casos los intentos de diferenciación quedan sofocados.
La familia narcisista se convierte con los años en una colección de tullidos emocionales.
Estas dinámicas familiares y los mitos que operan en el seno de la familia patológicamente narcisista actúan a modo de proceso hipnótico en la mente grupal. Una especie de trance en el que permanecen y dan vueltas, en bucle, todos aquellos miembros que no son capaces de saltar al otro lado de la realidad, que no son capaces de salir de su visión en túnel y tener otra visión más panorámica.
P.D.: recomiendo a nuestros lectores la película AGOSTO (2013)
Bibliografía
José Antonio Barbado Alonso
Psiquiatra y Psicoterapeuta