Abuso sexual infantil intrafamiliar. Convivir con el verdugo, una realidad frecuente

Abuso sexual infantil intrafamiliar. Convivir con el verdugo, una realidad frecuente

Abuso sexual infantil intrafamiliar: de lo ideal a lo real

“Nada existe más elevado, más fuerte, más sano y más útil para el porvenir de la vida que el buen recuerdo de la infancia y la casa paterna. Un bello recuerdo, un santo recuerdo, conservado en la infancia, representa la mejor educación” – Dostoievski.

Frente a lo ideal, la realidad. 120 millones de niños de todo el mundo sufren abuso sexual, es decir, 1 de cada 10; el 90 por ciento de ellos conoce a su agresor y el 30 por ciento es agredido por un miembro directo de su familia, según datos de Unicef y Defend Innocence. España es, junto a Estados Unidos, de los países desarrollados con mayores porcentajes de abuso sexual infantil.  1 de cada 4 niñas y 1 de cada 7 niños son abusados sexualmente antes de los 17 años en nuestro país.

La conclusión, clara. Muy cerca de cada uno de nosotros hay un niño o una niña víctima de abuso sexual por parte de un familiar o persona cercana a la familia. Sin embargo, se ve como un asunto reservado del que no se quiere hablar ni escuchar, que se evita visibilizar y sobre el que, a la vista de las cifras, no se actúa o no se hace lo suficiente. El abuso sexual infantil es un problema que nos define como sociedad en la actualidad y condena a la sociedad del futuro.

Los niños y las niñas que hoy están siendo violentados sexualmente probablemente seguirán sufriendo las consecuencias a lo largo de toda su vida.

El 80% de las personas, y especialmente los infantes, recurre a su familia o amigos íntimos de ésta cuando se sienten amenazadas o sufren una situación adversa, pero cabe preguntarse qué ocurre cuando se es víctima de un delito de integridad sexual y lo que debería de ser un santuario de cariño y protección es el refugio del verdugo. Puede ser una auténtica sentencia de muerte. El impacto en la salud física y mental del abuso sexual infantil intrafamiliar es de tal magnitud que sus heridas son impredecibles.

Etapas típicas del abuso sexual infantil intrafamiliar

  •  Abuso sexual en sí. El hecho de que el agresor cuente con la confianza de la víctima hace que los hechos sean inesperados, sorpresivos y al mismo tiempo traumatizantes y paralizantes. Ser abusado por una persona con la que existen vínculos afectivos es todavía más angustioso y confuso que en otras circunstancias e incrementa el sentimiento de culpa y vergüenza de la víctima al pensar que pudiera haber hecho algo más para evitar la agresión.
  • Silencio entre víctima y agresor. El victimario trata por todos los medios de que la víctima no cuente lo sucedido. Las amenazas, incluso hacia la integridad física de la víctima o hacia personas que para ella son importantes, y los chantajes con premios o regalos, se convierten en artimañas para hacer entender al infante abusado que lo sucedido tiene que ser un secreto entre las dos partes, y que de lo contrario será culpable de todo lo malo que suceda. Es común que los niños y las niñas tarden en contar este tipo de vivencias por la débil relación de confianza con sus figuras de apego, porque no quieren hacer sentirlas mal, por temor a las amenazas del agresor, a no ser creídos, a ser castigados… y por evitar recordar lo sucedido.
  • Silencio en el seno familiar. Cuando el niño o la niña logra contar lo sucedido, puede vivir el segundo hecho traumático: la falta de apoyo de su entorno. Al acudir en busca de ayuda, consuelo o protección en otros miembros del ámbito familiar, el niño o la niña puede encontrarse con la endogamia familiar y sus consecuencias; con el insano, al menos en este caso, proteccionismo familiar, en el que prima no mancillar el nombre familiar ni de ninguno de sus miembros y se opta por minimizar lo ocurrido, por no creer al infante –las declaraciones realizadas por los niños y por las niñas, al menos en un 70% de los casos, son verdaderas- y por evitar la judicialización del problema. La familia obliga a la víctima a pasar página y a olvidar; la condena a vivir con las heridas que le provocó el abuso sexual infantil intrafamiliar y la falta de respaldo por parte de su entorno, la convierte en culpable por no haber hecho más por evitar el abuso e intentar no romper la familia culpabilizando a uno de sus miembros. La situación puede llegar a ser tan abrumadora que con la duda, el miedo y la culpa que siente la víctima, ésta es capaz de cambiar la historia y negarla como intento desesperado de evitar el cisma familiar y volver a ser aceptada en el clan familiar. En estos casos, lo que la familia obvia, además del daño irreparable hacia el niño o la niña agredido/a y contribuir a la impunidad del agresor, es que lo más probable es que se repita lo ocurrido. Diversas investigaciones concluyen que un agresor sexual intrafamiliar no asalta solo a una víctima de su entorno, repite el mismo hecho a lo largo del tiempo y con varias personas del ámbito familiar a quienes acosa reiteradamente.

Por el contrario, cuando el infante cuenta que ha sido víctima de abuso sexual intrafamiliar, la persona que haya elegido para expresarlo, debe escucharlo, dejarle hablar y animarlo a exponer sus sentimientos, transmitiendo que le comprende y cree, y que estará a su lado para ayudarlo; porque si se inicia el camino de la judicialización del delito, el niño o la niña tendrá que someterse a un nuevo evento adverso marcado por testificaciones reiteradas en las que su versión se pondrá en entredicho, tendrá que asistir a peritaciones, largos juicios…  Esa persona se convierte en el principal recurso para afrontar el trauma y pasar de ser un niño o una niña herido/a a un adulto sano.

Los efectos del abuso sexual intrafamiliar

El abuso sexual infantil tiene efectos de larga duración en la salud física y mental, pero la magnitud de los mismos dependerá de las circunstancias que rodeen al trauma, del apoyo recibido si el niño o la niña confiesa lo sucedido, de si existen o no más experiencias traumáticas y de quién es el agresor. El impacto se multiplica si el abusador es una persona del entorno familiar y especialmente si lo es el padre. El infante pierde la confianza en todo aquello que tienda a protegerlo y ofrecerle seguridad.

El abuso sexual supone la violación de la confianza. Cuanto más cercana sea la vinculación afectiva entre abusador y víctima, mayor será la traición y mayor será el trauma, trauma de traición. Sin embargo, a mayor vinculación afectiva, más fuerte es la necesidad de obviar lo sucedido para sobrevivir, ya que de seguir lo que podría entenderse como una respuesta usual, es decir, levantar la voz y denunciar lo ocurrido, la víctima sabe que no obtendrá la seguridad que necesita ya que empeoraría la situación.

La propia respuesta evolutiva y la arquitectura cognitiva conducen a un bloqueo de la información relacionada con el abuso generando “diversos tipos de ceguera para la traición y amnesia traumática”.

En la infancia los efectos más inmediatos están relacionados con reacciones de estrés post-traumático, ansiedad, depresión, vergüenza, ira, miedo, falta de autoestima, inseguridad, tendencia al aislamiento social, agresividad, ataques de pánico, agorafobia, alteraciones de sueño, pesadillas, temores generalizados, comportamientos sexuales inapropiados para su edad… En los adolescentes, a los síntomas mencionados se le suma un mayor riesgo de conductas suicidas, la automutilación, el abuso de drogas y alcohol… Y en la edad adulta el impacto del abuso sexual intrafamiliar no tratado lo invade todo, desde el sentido de la identidad, las relaciones sociales, las relaciones íntimas, la sexualidad, la relación con los hijos, la vida laboral…

Cuando el infante abusado cuenta lo sucedido y es tratado con compasión, la curación puede comenzar de inmediato, pero si ocurre todo lo contrario y nadie le hace caso, nadie cree su relato… sufrirá más traumas porque no podrá sentir ni expresar como necesita todo su dolor, su ira y su miedo. El niño o la niña víctima de abuso sexual intrafamiliar desarrollará estrategias para sobrevivir en un mundo que no concibe como un lugar seguro.

A pesar de la monstruosidad del abuso sexual infantil intrafamiliar, sus efectos pueden no ser permanentes. “Hay algo más que la rabia, algo más que la tristeza, algo más que el terror. Hay esperanza” – Edith Horning.

 

Bibliografía

  • Jennifer J. Freyd. Abusos sexuales en la infancia. La lógica del olvido. Morata. 2003.
  • Ellen Bass y Laura Davis. El coraje de sanar. Guía para las mujeres supervivientes de abusos sexuales en la infancia. Urano. 1995.
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