El estrés modifica la anatomía del cerebro

El estrés modifica la anatomía del cerebro

El estrés y el efecto protector de la alostasis

El cerebro es el eje central de todo lo que sucede en la vida. Es determinante de lo que hacemos, sentimos y pensamos al ser el encargado de reconocer el entorno y hacer responder ante él de una u otra manera. El cerebro maneja todo lo que ocurre pero también es manejado por todo lo que sucede. Un ejemplo claro de esa interconexión es el estrés. Es el cerebro el que determina qué situaciones son estresantes y cuáles no, pero una vez que identifica un estresor es atacado por éste obligándolo a modificarse e  influir en cualquier proceso que ocurra en el resto del cuerpo. El cerebro es, por tanto y en cierta manera, origen y destino de todo lo que acontece.

El cerebro identifica qué aspectos de lo que sucede alrededor pueden resultar una amenaza y desencadena, de forma inmediata, respuestas fisiológicas y comportamentales mediante la activación o inhibición de estructuras neuronales que participan en procesos sensoriales, emocionales, motores, cognitivos que propician una respuesta adaptativa o dañina.

Ante circunstancias que exceden a la capacidad de autoregulación del propio organismo, aquellas que una persona no es capaz de predecir o controlar, el cerebro emite señales que activan el Sistema Nervioso Autónomo y el eje Hipotálamo-Hipófesis-Adrenal, responsable, este último, de generar alostasis, una especie de mecanismo protector que produce cambios tanto en el genoma como en la regulación hormonal para alterar los niveles fisiológicos del organismo que deben variar de forma continua y dinámica para que el individuo pueda enfrentarse a esa situación que le supone un reto que le sobrepasa.

Esta activación se produce, además, con la intervención de la amígdala, que discrimina el tipo de estímulo estresor atendiendo a la información genética y de la memoria adquirida y almacenada procedente de la historia vital de cada uno.

Sin embargo, cuando los niveles de estrés se mantienen a lo largo del tiempo el proceso de alostasis no es suficiente y se genera una acumulación de cambios hormonales nociva para los diferentes sistemas y órganos del cuerpo, conocida como carga o sobrecarga alostática.

La sobrecarga alostática puede no solo desencadenar enfermedades como la depresión o la ansiedad sino también obesidad, diabetes, arterioesclerosis…

 El estrés modifica la anatomía del cerebro

La formación de neuronas –neurogénesis– ocurre especialmente en las etapas iniciales del desarrollo, pero este proceso que consta de tres fases: proliferación, diferenciación y supervivencia celular, no es exclusivo de la infancia y ocurre también durante la edad adulta, en particular en aquellas zonas cerebrales más ricas en células madre. A mayor neurogénesis mayor plasticidad neuronal y cerebral, ya que se multiplican las conexiones entre las neuronas existentes y las nuevas,  y se posibilitan cambios estructurales y procesos fisiológicos que favorecen la adaptación a las diversas circunstancias promoviendo el bienestar físico y mental.

La proliferación y la diferenciación de neuronas se benefician de tareas que requieren aprendizaje y cambios de comportamiento, de las interacciones sociales, de la realización de ejercicio…, pero también son limitadas por la alteración en los ritmos del sueño, la toma de algunos fármacos y compuestos… Factores todos ellos que a su vez influyen en que esas nuevas neuronas alcancen su madurez y se integren en los circuitos neuronales ya existentes, proceso que suele tardar entre cuatro y siete semanas.

El estrés lo altera absolutamente todo. A pesar de que en momentos puntuales las amenazas pueden mejorar el desempeño y servir de entrenamiento para que el organismo responda de forma adaptativa ante situaciones similares en un futuro, si se prolonga tiene un impacto negativo elevado.  Situaciones estresantes que exigen la activación del eje Hipotálamo –  Hipófisis – Adrenal ocasionan alteraciones estructurales en el cerebro afectando a la neurogénesis y la plasticidad neuronal y cerebral limitando la capacidad de adaptación del individuo y favoreciendo la aparición de todo tipo de enfermedades.

“El estrés genera una sobreactivación del eje Hipotálamo – Hipófisis – Adenal que ocasiona un aumento de la concentración plasmática de corticoides que implica cambios fisiológicos, comportamentales y  cognoscitivos cuyos efectos serán diferentes según su duración.”

En los casos de estrés puntual o estés agudo, se reduce la supervivencia de las células recién creadas, por lo tanto el estrés no afecta al nacimiento y diferenciación neuronal, pero si a la supervivencia de esas nuevas neuronas reduciendo la aparición de nuevas conexiones sinápticas.

En los casos de estrés crónico los efectos nocivos son todavía más evidentes en el cerebro y van más allá de la muerte prematura de las nuevas neuronas, limitando incluso la neurogénesis. La hiperactivación del eje Hipotálamo – Hipófisis – Adrenal genera cambios neuroanatómicos inducidos por la sobrecarga alostática, alterando el volumen de áreas cerebrales como el hipocampo, la amígdala y el córtex pre frontal.

La disminución del volumen del hipocampo conlleva una reducción del tamaño y densidad neuronal, junto alteraciones del flujo sanguíneo cerebral y del metabolismo de la glucosa, provocando efectos similares a los que producen algunos procesos propios de la vejez o de enfermedades como el Alzheimer, y que se manifiestan  también en casos de  depresión. Con el estrés crónico reduce también su tamaño el córtex prefrontal, con una función clave en la regulación emocional; a mayor nivel de estrés, menor capacidad de regulación emocional.  Mientras que por el contrario, la amígdala, donde se sitúan los recuerdos emocionales, se hiperactiva y aumenta de volumen enfatizando reacciones dependientes de las conexiones que se producen en esta área del cerebro, tales como la angustia, el miedo, la agresividad. La hiperactivación de la amígdala con la atrofia el hipocampo y el córtex prefrontal genera patrones fisiológicos y emocionales alterados; se trata de cambios neuroanatómicos que alteran las conexiones sinápticas dificultando la autoregulación emocional, la toma de decisiones, disminuyendo la capacidad de atención, la fijación de la memoria, alterando los patrones de sueño, aumentando la sensación de fatiga…

Estrés crónico y sobrecarga alostática, el puente a la enfermedad

El estrés crónico genera sobrecarga alostática predisponiendo al individuo a casi a cualquier tipo de enfermedad.

El estrés desencadena respuestas fisiológicas y conductuales que conducen a la alostasis, provocando cambios en el genoma y en la regulación hormonal para favorecer la adaptación del organismo a la situación adversa. Si esta respuesta del organismo no es suficiente –la cual además puede estar determinada por factores socioeconómicos- la carga alostática se va acumulando y su factor protector de las funciones cerebrales y corporales se va convirtiendo en un “veneno”, es decir, cuando el estrés se vuelve crónico, se producen respuestas anómalas que acaban modificando la arquitectura y funciones del cerebro, lo que junto con la sobreexposición a la acción de determinadas hormonas genera efectos adversos que aumentan el riesgo de enfermedad física y mental.

Dado que el estrés se ha convertido en uno de los mayores problemas de salud pública se presenta necesario enfatizar la importancia de que cada persona pueda contar con estrategias de control y manejo de los efectos del estrés y especialmente para su prevención. Estrategias, algunas de la cuales no son para nada desconocidas y que tienen sobre el cerebro precisamente el efecto contrario que el estrés. Es el caso de la práctica de deporte. La actividad física previene y controla los efectos del estrés a nivel celular y genético y favorece la neurogénesis, ya que aumentan la concentración de hormonas como los glucocorticoides que estimulan la actividad del hipocampo.

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