El juego libre, una necesidad básica para un buen desarrollo cerebral

El juego libre, una necesidad básica para un buen desarrollo cerebral

Juego libre y apego seguro para el desarrollo cerebral óptimo

Son varios los factores a considerar cuando pensamos en qué puede favorecer ese desarrollo óptimo en el niño. El juego libre es uno de ellos. El otro, y considerado básico para el desarrollo, es disfrutar de una relación de apego seguro con los cuidadores primarios.

El juego en los niños que no se sienten seguros es monótono, falto de espontaneidad, rígido, repetitivo…También puede ser brusco, violento, irrespetuoso con los demás, abusivo…

Apego seguro y exploración

El niño necesita sentir que hay unas manos fuertes y seguras, amables y capaces de sintonizar con sus necesidades, que le protegen, le dan cariño y seguridad, y también le ponen límites y respetan los suyos. Que le ayudan a entender qué es el respeto, hacia él mismo y hacia los demás. Unas manos comprensivas y compasivas, que confían en él y en sus capacidades, que le animan a explorar y a ir ganando autonomía, y a las que puede acudir cada vez que sale a explorar y se siente inseguro.

Cuando se da una relación lo suficientemente buena como para que el niño se sienta seguro, tanto en la relación como cuando se anima a explorar, entonces si es posible el juego libre. El niño se atreverá a salir de su zona de confort con la seguridad de que si hay algún problema le van a recibir con amabilidad y curiosidad, y van a saber sintonizar con cómo se siente.

Al menos dos características pueden hacer del juego una experiencia enriquecedora y promotora de un mayor desarrollo cerebral y psicoemocional.

  • Que sea libre, no dirigido, sin la supervisión de los adultos. Ello favorece el desarrollo de capacidades tales como la curiosidad, la imaginación, la tolerancia al aburrimiento, las capacidades de negociación y toma de decisiones, la socialización…
  • Que se desarrolle en un contexto de riesgo manejable (de acuerdo con el momento evolutivo de cada niño), dejando que cada niño busque solución a los problemas que se le presentan, dejando que se enfrenten a los retos que se le presenten y busquen recursos para afrontarlos y superarlos. Tienen que prestar mayor atención, tomar decisiones, valorar las consecuencias, desarrollar estrategias de solución de problemas…

Probablemente los niños que no juegan tienen menos resiliencia, menos capacidad para afrontar situaciones difíciles y más riego de desarrollar trastornos psiquiátricos. Hay publicaciones que relacionan la falta de juego libre con un mayor incremento del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad TDAH  en los niños.

¿Por qué juego libre con riesgo manejable en un entorno seguro?

  • Porque por un lado parece contribuir a un mayor desarrollo de nuestro córtex prefrontal, especializado en las funciones ejecutivas de organización, planificación, toma de decisiones, control del tiempo, autocontrol… Dichas funciones se ponen en marcha y se refuerzan positivamente en el juego libre y con riesgo manejable, en la medida que es capaz de explorar, afrontar situaciones “difíciles”, resolver conflictos, negociar con sus pares…
  • Y, además, porque es una manera lúdica de educar nuestro SNA (Sistema Nervioso Autónomo), de aumentar su flexibilidad y con ello nuestra capacidad para afrontar las situaciones de estrés con una mayor capacidad de auto regulación.

¿Qué es el Sistema Nervioso Autónomo?

El SNA es la parte del Sistema Nervioso que se encarga de nuestra supervivencia. Si nuestro organismo percibe amenaza o peligro se activan las ramas del SNA encargadas de las defensas movilizadoras (estado de hiperactivación de lucha-huida) o la de las defensas de inmovilización (estado de hipoactivación de sumisión-disociación). Si percibe seguridad, se activa la rama encargada de la conexión social (estado de calma).

Un SNA flexible nos permite evaluar de forma realista si la situación en la que estamos o lo que sentimos interiormente, es peligrosa o amenazante o segura. Y tendremos más capacidad de calmar y controlar las posibles respuestas defensivas.

Cuando no hay flexibilidad, lo que suele ocurrir es que la persona se encuentre permanentemente en estado defensivo movilizador y/o inmovilizador y sea muy difícil la regulación y activación del sistema de conexión social. En esta situación, los estímulos neutros pueden percibirse como amenazantes.

¿Qué puede favorecer la falta de flexibilidad de nuestro SNA?

Esto puede suceder porque se ha vivido en una situación de amenaza crónica, en cuyo contexto fue difícil activar la rama encargada de la conexión social y que regular los estados de hiper e hipoactivación. Lo mismo que si nos tienen en una burbuja, aislados de todos los gérmenes, salir es peligroso, porque no hemos desarrollado las defensas para combatirlos. Si nos aíslan de todos los “peligros”, tampoco fortalecemos nuestro SNA para poder afrontar los avatares de la vida sin angustiarnos, bloquearnos, paralizarnos…

La seguridad y la capacidad de autorregulación no viene de aislar a los niños de los peligros.

La seguridad nos la da una conexión segura con los cuidadores, capaces de sintonizar con el estado emocional del niño, con sus necesidades y responder de forma coherente. Y, sobre todo, la garantiza el haber transitado reiteradamente por los circuitos de “conexión-desconexión-reparación-vuelta a la conexión”. Lo que genera seguridad y autoconfianza, es sobre todo la reparación.

La educación de nuestro SNA comienza ya en los primeros días de vida. En ese momento la conexión precisa de una mayor proximidad y permanencia del adulto con el niño. El círculo de seguridad es pequeño. El bebé necesita una presencia mayor del cuidador, para sentir seguridad. Aun así, ya hay momentos de desconexión (desafío, riesgo) en los que se activa los mecanismos de supervivencia del SNA (el llanto de apego). Si el cuidador vuelve a conectar con el niño, éste se calma y se puede volver a activar su sistema de conexión social y de calma (reparación).

Es este circuito de: conexión (seguridad, activación de la rama “social” del SNA)-ruptura (desconexión-riesgo, activación de la rama simpática del SNA del llanto de apego)- reparación y vuelta a la conexión (descenso de la activación, vuelta a la calma, activación de la rama “social”) es el que favorece que los mecanismos de regulación del SNA se fortalezcan.

Conforme el niño va creciendo, el círculo se amplía y si hay una buena base, el niño se va atreviendo a ampliar el espacio de exploración, porque siente que en sus padres tiene su base segura. Ello implica el que el niño pueda sentir que sus padres confían en sus capacidades de exploración.

Cuando favorecemos que los niños jueguen libremente y la relación es suficientemente buena y segura, el SNA del niño va a poder desarrollar una gran flexibilidad, no sólo para transitar por los distintos estados y pasar de la disregulación a la regulación, gracias a la auto y/o a la corregulación, sino que incluso tendrá mayor capacidad para activar simultáneamente la rama de movilización (lucha-huida) y la rama de la conexión social y la calma, lo cual favorece el poder pensar-razonar-tomar decisiones frente a las situaciones de riesgo. Ello nos hace resilientes de cara a afrontar los problemas de la vida.

Juego libre y apego 

  • ¿Qué ocurre cuando hay unos padres inseguros que ven peligro en todas partes?

Normalmente se asustarán cada vez que el niño se enfrente a situaciones nuevas, sobre todo si estas entrañan cierta incertidumbre y riesgo, aunque sea manejable. Estos padres transmiten esa sensación de inseguridad al niño que se va a enfrentar al exterior con miedo, le va a costar mucho más explorar, va a estar mucho más pendiente de calmar a sus padres, de comprobar que ellos estén bien y, como consecuencia, su capacidad para desarrollar el juego libre, espontáneo e imaginativo se verá muy limitada. No pudiendo beneficiarse así de los beneficios de este.

  • ¿Qué ocurre cuando hay unos padres que fomentan la autonomía, que están más focalizados en los logros y dejan de lado lo emocional?

En este caso, parece que los niños no tienen problema para jugar, pero en su juego estarán más pendientes de los logros, de conseguir el objetivo, de hacerlo bien… Se focalizarán más en la competencia que en la colaboración. Serán niños menos espontáneos e imaginativos, que tal vez vean en el jugar una pérdida de tiempo

  • ¿Qué ocurre cuando los padres son temerosos o temibles?

En este caso el miedo e inseguridad en los niños es todavía mayor. Están más en el cuidado compulsivo de los padres, con lo cual queda poco espacio para el juego libre, colaborativo, espontáneo…O en el control punitivo, que trasladan al resto de relaciones y al juego, donde desarrollarán conductas abusivas y de control agresivo. 

Ser refugio y base segura es nuestra función como padres, y ello implica también confiar en las capacidades de los niños y favorecer que se vayan enfrentando progresivamente a situaciones casa vez más complejas.

Y el juego es y ha sido, también en el resto de las especies del mundo animal, una manera de experimentar, aprender y crecer. El crecimiento implica exploración, autonomía y diferenciación. Y los padres tenemos la “obligación” de favorecerlo.

 

Dra. Mercedes Fernández Valencia

Psiquiatra y Psicoterapeuta 

 MIMAPA  – Centro de Psiquiatría y Psicología

 

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