¿De qué hablamos cuando hablamos de atención plena?
Nuestra mente suele ser un maremágnum. Vagamos en el caos de los pensamientos, de las imágenes, de los recuerdos, de los deseos y las expectativas; una vorágine que limita el conocimiento, el desarrollo y los niveles de salud. Frente a ello, el devenir de una sociedad instalada en el dinamismo despiadado, la precipitación, el arrebato y el ímpetu, ha conducido a la necesidad de reconocer el valor de la simplicidad y a retomar conceptos y prácticas como la conciencia plena, conocida también como atención plena o mindfulness.
La atención plena es algo sencillo, básico, que todos hemos experimentado en algún momento al ser conscientes de lo que estábamos haciendo, pensando y/o sintiendo. Si bien en parte puede ser una cualidad innata, lo positivo es que cualquier persona tiene la capacidad de cultivar y mantener la atención centrada en la experiencia actual, en el presente, en el aquí y en el ahora, como si nada más existiese, pero con una actitud comprensiva y compasiva, tolerante, de aceptación hacia uno mismo y hacia los demás, y con la motivación que implica la curiosidad.
La atención plena está impregnada de conocimiento, tranquilidad, disfrute y posturas morales.
Puede ser un estado, una activación temporal con beneficios para la salud en el más amplio sentido del término, o convertirse en un rasgo, una forma de enfrentarse a la vida en la que a pesar de ser conscientes de nuestros prejuicios, de las experiencias pasadas, de los anhelos futuros, somos capaces de no integrarlos en la experiencia actual y que ésta no se vea limitada por ellos.
Utilizando un símil, se trata de vivir como principiantes, con mente de primerizos, como si fuera la primera vez que nos enfrentamos a cada situación pero con lo que Siegel denomina “la actitud correcta, caracterizada por la curiosidad, la apertura, la aceptación y el amor”. La atención plena es enfrentarse a lo que se conoce también como realidad desnuda, vivir cada momento como si se abrieran los ojos por primera vez queriendo descubrir aspectos que antes pasaban desapercibidos.
La dificultad de la atención plena: el procesamiento de arriba abajo
La información que recibimos a través de los sentidos es elevada al sistema nervioso donde es clasificada y moldeada por el conocimiento existente en las redes neuronales. En base a la experiencia previa, con esa información se hacen predicciones sobre lo que sucederá de forma inmediata determinando nuestro comportamiento, sentimientos y pensamientos.
Desde la neurobiología, a este procedimiento por el que se filtra la realidad presente, los autores Engel, Freies y Singer lo denominan procesamiento de arriba abajo, en contraposición al procesamiento abajo arriba que se activa con la práctica de la atención plena y la mente del principiante.
Los procedimientos de arriba abajo son imprescindibles para la supervivencia al permitir procesar, clasificar y clarificar información para tomar decisiones rápidas para protegernos de la adversidad, pero actúan, al mismo tiempo, como un sometimiento, esclavizándonos a ser y actuar como dicta la experiencia previa.
La conciencia plena favorece el procesamiento de la información de abajo arriba liberándonos de las mordazas del pasado.
Para Siegel, el procesamiento de arriba abajo “está respaldado por una conectividad neural muy potente; mucho más potente que la incertidumbre de vivir en el aquí y en el ahora”. La información más afectada por el procesamiento arriba abajo es la información proporcionada por los sentidos (tacto, olfato, gusto, vista, oído), la interocepción (la información procedente de nuestro mundo interior, incluyendo las sensaciones viscerales y propioceptivas), la comprensión de la mente, y el sentido relacional que informa de la resonancia o disonancia en las relaciones interpersonales.
Con la práctica de la atención plena se obliga al cerebro a romper este circuito. Al concentrarnos única y exclusivamente en lo que estamos haciendo y sintiendo ahora, y despreciar y no dar relevancia a todo lo que venga a la mente que no tenga que ver con el aquí y ahora para no integrarlo en la experiencia actual, se dificulta el procesamiento de arriba abajo y se favorece el inverso al permitir que más información llegue a la corteza prefrontal. Ello requiere convertirse en auto-observadores para desconectar la automatización a la que nos condenan el pasado y la mente, flexibilizando nuestra forma de ser y de vivir.
La atención plena trata, por tanto, de fomentar la neuroplasticidad, la capacidad del cerebro de cambiar las respuestas a las experiencias aprendiendo a concentrarse.
Atención plena y apego: la integración cerebro cuerpo mente
Con la práctica prolongada de mindfulness se producen cambios neurobiológicos en zonas cerebrales que conectan el córtex, la zona límbica, el tronco encefálico, incluyendo la corteza cingulada anterior y posterior, el córtex orbitofrontal, la región prefrontal, con la ínsula y el hipocampo. De esa integración surge el equilibrio emocional, la inteligencia emocional y social, la regulación corporal, la comunicación en sintonía, el control del miedo, la flexibilidad en las reacciones, la integridad, la activación de la intuición, la empatía, la comprensión y la ecuanimidad.
La atención plena genera sintonía interna, con nosotros mismo, entre el yo observador y el yo experimentador en un contexto de comprensión. Por su parte el apego seguro se caracteriza por la sintonía interpersonal; las figuras de apego sintonizan con los infantes creando un ámbito seguro y libre en el que encuentran guía, respaldo y comprensión. Dos procesos de principio diferentes que tienen mucho en común al fomentar la salud a través del conocimiento y la reflexión de nuestra vida mental subjetiva y las relaciones interpersonales, y que además se retroalimentan. La sintonía con uno mismo nos acerca a los demás al sensibilizarnos y hacernos respetuosos con sus vidas interiores.
La conciencia plena, al igual que el apego seguro, es un proceso integrador cerebro, cuerpo, mente. De ahí que sus beneficios no se limiten a la regulación emocional y se extiendan a las relaciones con los demás y a la salud física al potenciar, por ejemplo, la función inmunológica y la presencia de telomerasa, una enzima necesaria para el mantenimiento de la longitud de los telómeros de los cromosomas y que determinan la vida celular. La atención plena y el apego seguro son ejes de salud y resiliencia.
Bibliografía
- Daniel J. Siegel. (2016) “Guía de bolsillo de Neurobiologia Interpersonal. Un manual integrativo de la mente”. Editorial Eleftheria.