“Seguramente dos de las experiencias más satisfactorias de la vida son ser nietos o ser abuelos”: Donald A. Norberg. Con beneficios mutuos entre abuelos y nietos, y para toda la humanidad.
La mayoría de los abuelos han tenido y tienen un papel clave dentro de la estructura familiar, no solo como estrechos colaboradores de los padres en los cuidados y quehaceres diarios de los niños o, en algunos casos, como prestadores de sustento económico del núcleo familiar, sino también en el desarrollo de una crianza saludable.
Los abuelos suelen mostrar infinito e incondicional amor hacia sus nietos, y sabemos que los niños que se sienten queridos tienen más probabilidades de convertirse en adultos sanos. Todo lo contrario a aquellos que crecen rodeados de continuas atenciones materiales pero privados de afecto; quienes, con toda probabilidad, se convertirán en adultos con desequilibrios emocionales y con un riesgo más elevado de sufrir enfermedades crónicas.
Aunque algunas de sus capacidades físicas y/o mentales se vean mermadas por la edad, lo cierto es que muchos abuelos parecen ganar vitalidad y rejuvenecer cuando comparten tiempo con sus nietos.
Esa fortaleza y la recuperación de las ganas de vivir, en el caso de las abuelas, puede explicarse a través de la “hipótesis de la abuela”, que evidencia, además, por qué las mujeres viven mucho tiempo después de la menopausia.
Abuelas: el punto de partida hacia lo que somos
Una investigación realizada en la Universidad de Utah, en EE.UU., dirigida por la antropóloga Kristen Hawkes y llevada a cabo con simuladores informáticos, demostró que “los seres humanos evolucionaron hacia una mayor esperanza de vida que otros primates porque las abuelas alimentaron a sus nietos.” Las simulaciones demostraron que las abuelas podían alargar la esperanza de vida en los primates hasta parecerse a la humana en 60.000 años. Y que en un corto periodo de tiempo los cuidados de las abuelas podrían aumentar en 49 años su esperanza de vida. Por lo que, según la citada investigación, “las abuelas fueron el primer peldaño para el desarrollo de lo que somos.”
Históricamente eran los padres de familia quienes salían a recolectar alimentos; una actividad que hoy sabemos que no era exclusiva de los cabeza de familia, sino que a ella contribuían las madres con la caza de animales pequeños y la recolección de frutos, pero gracias a que las abuelas se ocupaban del cuidado de los niños tras su destete. Una situación análoga a la que se vive hoy en día en muchos hogares. Los padres salen a trabajar y son los abuelos los que se encargan del cuidado de los infantes.
Según la investigación realizada por Hawkes, en los últimos 2 millones de años, nuestros ancestros en la sabana africana sufrieron el cambio hacia un entorno cada vez más seco y árido que obligó a las familias a decidir entre ir hacia zonas boscosas donde los frutos estaban al alcance de los niños y ellos mismos podían cogerlos y alimentarse, o salir a buscar alimento más lejos de sus poblados, lo que suponía no poder ocuparse de los niños continuamente. Es en ese contexto en el que el papel de las abuelas comienza a ser crucial para la supervivencia de la especie. Las pocas mujeres cuya edad reproductiva había finalizado comenzaron a ocuparse del cuidado de los niños ayudándoles a alimentarse abriendo frutos secos de cáscara dura y desenterrando tubérculos.
Las conclusiones de este estudio fueron complementadas por el investigador Daryl Shanley de la Universidad de Newcastle. Analizó datos sobre nacimientos y muertes de 5.500 personas en Gambia entre los años 50 y 75 del siglo XX y concluyó que “un niño tenía una probabilidad de sobrevivir 10 veces menor si la madre moría antes de que cumpliese los 2 años. Y que un niño de entre 1 y 2 años tenía el doble de probabilidades de sobrevivir si su abuela vivía en ese tiempo.”
El papel activo de las abuelas tiene una implicación que va más allá de la contribución en la alimentación y cuidado de los más pequeños, ya que permitió que las mujeres tuvieran más hijos en menos tiempo. Al permitir a sus hijas tener más descendencia, quienes vivían el tiempo suficiente para ser abuelas, pasaron sus genes de longevidad a sus descendientes.
Además, al prescindir de la alimentación materna mucho antes y necesitar de las abuelas para comer, los niños tardaran más en aprender a alimentarse por sí mismos, lo que para Hawkes supone “un tipo de educación que nos ha hecho más dependientes entre sí socialmente y propensos a atraer la atención de los demás.” Quizás en este punto se encuentre, también, la base de por qué para un niño es más positivo tener una familia ampliada que una pequeña.
Según las simulaciones matemáticas “los primates que se quedaron cerca de las fuentes de alimentos de los bosques para que las crías destetadas pudiesen alimentarse son nuestros primos, los grandes simios, mientras que los que comenzaron a explotar recursos que las crías pequeñas no podían manejar, evolucionaron, gracias a la ayuda de las abuelas, hasta convertirse en seres humanos”.
El valor evolutivo de la menopausia
La “Hipótesis de la abuela” hace que cobre sentido el porqué de la menopausia en las mujeres, ya que si siguieran siendo fértiles, muchas continuarían teniendo descendencia, lo que les impediría desempeñar el rol de abuelas y los niños se quedarían sin ese cuidado extra, tanto en términos materiales como emocionales, que ofrecen las yayas.
La menopausia tiene un carácter distintivo y único necesario para la evolución humana, brindando un apoyo necesario para la supuesta importancia evolutiva de las abuelas.
Bibliografía
- Peter S. Kim, James E. Coxworth y Kristen Hawkes (2012): El aumento de la longevidad se deriva de la abuela