El asco: de emoción primaria a emoción moral contaminada

El asco: de emoción primaria a emoción moral contaminada

El asco como emoción primaria universal y evolucionista

La primera valoración que el cerebro hace de una situación tiene una respuesta aparentemente sencilla caracterizada por clasificar el evento en positivo o negativo, en si genera atracción o repulsión. En contextos o ante cosas que provocan aversión puede sentirse miedo y tratar de huir, odio y buscar destruir lo odiado, o asco y manifestarse con ganas de vomitar. Tres tipos de emociones primarias, tres mecanismos de protección con una función adaptativa para ayudar a la supervivencia.

El asco, como emoción universal, se manifiesta igual en todas las culturas -hasta en personas ciegas- generando una reacción fisiológica inconsciente caracterizada por nariz arrugada, labio superior elevado, comisuras labiales hacia abajo, náuseas, hipotensión, bradicardia, cambios en la respiración… e incluso expresiones verbales como “¡ughh!”.

A diferencia de otras emociones primarias el asco ha evolucionado desde una emoción con una respuesta fisiológica concreta e inmediata –la mencionada previamente- a una emoción con poderoso contenido moral y político, permitiendo diferenciar entre dos tipos de asco en los cuales su objetivo sigue siendo adaptativo aunque desde perspectivas diferentes:

  • Asco básico o elaborado: que se manifiesta ante la existencia de alimentos contaminados, ante fluidos corporales que recuerdan a la naturaleza humana, cadáveres, animales que pueden contagiar enfermedades…
  • Asco moral: rechazo ante personas o grupos sociales con actitudes o comportamientos que se alejan de los nuestros.

El asco: de emoción garante de la dignidad humana a emoción inhumana y degradante

El asco es una respuesta primitiva y automática basada en el rechazo a alimentos con mal olor o mala apariencia y que pueden provocar infecciones; cumpliendo así una función de protección de la salud. En esta línea, Darwin, en su obra La expresión de las emociones en el hombre y los animales, definió el asco como “la sensación que ofende al sentido del gusto. Puesto que la sensación de disgusto deriva primitivamente del acto de comer o de gustar. Es un sentimiento provocado con facilidad por todo lo que se aparta de nuestras costumbres, en el aspecto, el olor o la naturaleza de nuestra alimentación”. Argumentación que sirve para explicar la repugnancia a cosas con apariencia viscosa, a determinados animales como cucarachas, reptiles, ratas, gusanos, desechos corporales… que pueden provocar una enfermedad infecciosa.

Para algunos estudiosos del asco, como los psicólogos Rozín, Haidt y McCaule, esta emoción tiene una dimensión humanizadora en el sentido de que “el asco asume el papel de guardián del yo corporal, rechazando elementos que violan “el templo del cuerpo”, trazando una distinción entre lo animal y lo humano.” El asco elaborado es una reacción de rechazo a eventos que nos hacen recordar la naturaleza animal. “Los seres humanos necesitan esconder su naturaleza animal bajo un velo de prácticas y rituales que los humanizan, lo cual explica que ciertos actos sexuales, la falta de higiene, la muerte o la mutilación corporal provoquen asco.”

Sin embargo, la historia ha ido confiriendo al asco un contenido moral y político convirtiéndolo en una emoción conservadora, veladora del mantenimiento del estatus quo, al tomar como repugnantes a personas con apariencia poco agradable, y/ o grupos sociales con comportamientos o ideas diferentes a las nuestras. Es el conocido como asco moralizado provocado por ofensas como la violencia injustificada, el racismo, la tortura, y transgresiones sociomorales…

Estamos ante la emoción primaria con más contenido cognitivo vinculada a creencias e ideas; es una emoción contaminada por la sociedad, las tradiciones, la educación, las prácticas culturas, la religión… Por tanto, el asco en una emoción poco confiable que puede pasar de tener una gran carga humanizadora en el asco elaborado, a ser una emoción deshumanizadora en el asco moral convirtiéndose incluso en degradante y humillante, ya que existe una línea muy fina entre asociar cualidades repugnantes a determinados comportamientos y personas a tratar a esas personas o grupos sociales de manera inhumana. Evidenciándose, por ejemplo, en actos violentos contra personas que no comparten las mismas ideas o prácticas.

El asco es un tipo de emoción que se transmite de un objeto a otro o de una situación a otra por la existencia de similitudes – “ley de contagio” y “ley de la similitud”. Por ello, tan importante es la presencia de elementos contaminantes o repulsivos, como nuestra historia vital de contacto con lo contaminado. Ello, y teniendo presente cómo la sociedad influye en la forma y dirección de la repugnancia, el asco puede ser una emoción que conduce al autoengaño, tanto en el asco elaborado como en el asco moralizado. En este último caso al no hacer, además, diferencia entre el acto que genera repulsa y la persona que realiza ese acto; se asigna a la persona el valor moral del acto que acomete.

No del amor al odio, sí del amor al asco

Solemos decir que del amor al odio hay un paso, pero si tenemos presente las teorías del psicólogo Paul Bloom, la expresión más acertada sería del amor al asco, ya que el verdadero asco tendría que ver con lo sensual, con actos corporales y quienes los ejecutan. Por ello, afirma que “cuando se utiliza el discurso del asco para discutir conductas inmorales, se hace de manera metafórica, ya que esas conductas no son asquerosas en sí porque carecen de las características físicas y carnales esenciales para serlo.”

Psicopatología del asco

Trastornos de ansiedad e hipocondrías, fobias, trastornos alimentarios, así como otros problemas de salud mental están más cerca de tener como desencadenante al asco que al miedo.

Existen investigaciones que apuntan a que algunas fobias, como las mostradas hacia animales pequeños, viscosos y especialmente reptiles, o la fobia a la sangre, más que trastornos de ansiedad son trastornos relacionados con el asco. Entre otros motivos porque la respuesta fisiológica que desencadenan -activación del sistema parasimpático, hipotensión, bradicardia, náuseas, mareos- es más coincidente con la del asco que otras fobias que cursan con taquicardia y activación del sistema simpático, reacción fisiológica típica del miedo.

Es probable que también una elevada sensibilidad al asco esté detrás de problemas como el Trastorno Obsesivo Compulsivo, especialmente en personas con problemas derivados de obsesión por la limpieza, que experimentan más sensaciones de asco que miedo a la contaminación.

Esto pone sobre la mesa la necesidad de revisar los trastornos relacionados con el miedo y la ansiedad desde la perspectiva del asco, ya que de confirmarse, las terapias ante estos problemas debieran incorporar medidas terapéuticas dirigidas a buscar el equilibrio en las respuestas del asco.

Referencias

  • Eduardo Alberto León. El asco: una emoción entre naturaleza y cultura. Cuestiones de Filosofía nº15. 2013.
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