El psiquiatra como recurso terapéutico

El psiquiatra como recurso terapéutico

El mejor recurso terapéutico de un psiquiatra es su autocuidado y autoconomiento

¿Cómo lo resumiría? ¿Abordaje desde el corazón? ¿Abordaje desde la conexión con el psiquiatra?

Cuando los psiquiatras realizamos formaciones nos preocupa adquirir herramientas para hacer mejor nuestro trabajo. Y podría decir como resumen de esta última formación que hice, sobre la aplicación de EMDR en trastornos de apego y trauma interpersonal para niños y cuidadores, que la herramienta básica es el autocuidado y autoconocimiento del propio terapeuta. Ese es EL RECURSO.

En nuestra inseguridad como terapeutas, como psiquiatras, cuando nos ponemos delante de nuestros pacientes, queremos sentir que controlamos la situación, que vamos a disponer de las herramientas necesarias para un abordaje exitoso. Vamos a cursos, leemos libros, nos llenamos literalmente de informaciones y formaciones. Y… nunca nos parece suficiente para lograr nuestro objetivo: controlar la situación, que el abordaje de cada caso sea exitoso.

Seamos francos: ¿para quién trabajamos? ¿para nuestros pacientes? O… ¿para nosotros mismos? No queremos sentirnos mal. Es algo muy humano, ¿cierto? -me quedó el deje argentino de mi querida Sandra Baitia, directora del curso-. ¡Qué gusto escucharla, verla y, sobre todo, sentirla!

El recurso que funciona en consulta no es tener mucha información y formación. El recurso es el terapeuta.

El hecho de que nuestros pacientes vayan mal, nos hace sentir-NOS MAL. Nos sentimos responsables. De ahí, nuestro afán de seguir buscando recursos. ¿Cómo puedo hacer en esta situación?, y ¿en esta otra?… Pero lo que me ha quedado más claro en este curso -lleno de recursos, por cierto-, es que el recurso que funciona en la consulta no es “tener mucha información y formación”. El recurso es el psiquiatra.

Por eso es tan importante que el terapeuta esté bien. Que tenga una auténtica conciencia de sí mismo, de sus limitaciones, de sus necesidades…Y que, en función de todo ello, sea capaz de realizar su propio autocuidado. Solo desde ese estado es posible una conexión limpia y sintonizada con nuestros pacientes. No va a ser la última vez que lo recuerde, voy a ser un poco pesada e insistente en esto. ¡Lo siento! Me parece importante. Desde ahí vamos a poder conectar con sus necesidades y vamos a poder explorar con el paciente qué es lo que hay más allá de esa conducta, de ese malestar, de esa disfunción…

Los pacientes necesitan sentirse aceptados por su psiquiatra

No es posible el juicio. Solo la aceptación. Una aceptación que se siente sincera, genuina, real… “Vos sos una persona como yo” -como diría Sandra-. “Vos tenés los mismos problemas y necesidades que yo”. “No somos distintos”. “Somos de la misma especie, tenemos los mismos miedos, inseguridades, angustias…” Ese es el objetivo: que el paciente pueda sentir que “es aceptado”. Sencillo, ¿verdad? Pero a la vez ¡qué difícil!

Y piensan los pacientes: “si después de años de lucha -no solo en el caso de los niños y adolescentes, que ha sido el eje central del curso con Sandra Baitia, sino también en el caso de los adultos- de intentar tratar por todos los medios al alcance de cada unos de nosotros, no lo hemos conseguido… ¿cómo lo vamos a conseguir en una consulta con ese profesional que es una eminencia y solo podrá ver en mi un despojo más de la naturaleza?”

¡No vamos a permitir que nos descubran a la primera de cambio! Pero en el fondo, muy en el fondo, eso es lo que tenemos escondido en nuestro interior. Hay algo dentro de cada unos de nosotros, también de los psiquiatras, que no se quiere dejar mostrar porque claramente, sí, claramente, cuando sea visto lo van a rechazar. Es así. No hay duda alguna.

Así que el paciente nos va a mostrar, y más los niños, ¡que naturalmente, son mucho más listos que los adultos para estas cosas! su parte menos vulnerable. Va a dejar ver solo eso que en ese momento le molesta, que le impide llevar la vida que quiere llevar, que le impide conseguir los objetivos que quiere conseguir… Su verdadera vulnerabilidad, no va a aparecer a la primera de cambio. ¿Por qué? Sencillo: necesita sentirse aceptado.

Y a veces lo consigue siendo ¡tan complaciente!, que acabamos creyendo que lo hemos conseguido. Y nos ponemos la medalla de buen psiquiatra, porque le hemos ayudado a quitar eso que le molesta y nos ha dicho “estoy muy bien, gracias, eres muy buen profesional.” Y, muchas veces, esto ocurre de una forma tan milagrosa, que hasta nos sentimos crecer y todo. ¡Cuidado! No nos creamos los artífices de milagros. No somos tan estupendos que, de repente, hemos conseguido cambiar la vida del paciente, así, en unas pocas sesiones.

Hay casos que vemos, que posiblemente sean así. Pero lo cierto es que la mayoría solo nos muestran la superficie. Mientras que lo que de verdad necesita ser aceptado, lo que nunca se sintió aceptado, ni tan siquiera por el mismo paciente -porque no han tenido la oportunidad de que nadie le enseñara a hacerlo-, ese aspecto, esa parte, permanecerá escondido mientras no pueda confiar en que de verdad vamos a ser capaces, nosotros, los psiquiatras, de aceptarlo.

Estamos refiriéndonos a algo que suena extraño, incluso para los profesionales. Un proceso adaptativo, que nos ha permitido sobrevivir y, en algunos casos, no morir en el intento: la disociación. Hablamos de un mundo interno donde hay aspectos/partes del yo que son rechazadas, partes que guardan memorias que duelen, que provocan tanto, ¡tanto malestar!, que permanecen “ocultas” a nuestra conciencia.

Y el paciente tiene razón. “Es muy posible que la persona que se dice psicoterapeuta, que está enfrente, que se supone que me va a ayudar…tal vez no sea capaz de aceptar esta parte y me va a rechazar…y eso puede ser muy doloroso. O me va a juzgar, o va a decir de mi: estás esquizofrénica.”

Los terapeutas tenemos que ser capaces de reconocer nuestras limitaciones y pedir ayuda.

Es verdad. Los psiquiatras somos humanos. Tenemos nuestras filias y nuestras fobias. Somos capaces de amar y de odiar, de aceptar y rechazar…Y eso también ocurre en terapia. Y, lo peor, juzgamos y etiquetamos. Por eso es tan importante la salud del terapeuta, su nivel de conocimiento pero también de autoconocimiento, de autoconciencia; su capacidad de autocuidado. Los psicoterapeutas tenemos que ser capaces de reconocer nuestras limitaciones y pedir ayuda. O dejar de atender a aquellas personas que nos provocan un malestar que no podemos manejar. Y explicar que no podemos ayudar porque tenemos nuestras limitaciones. ¡No es culpa del paciente! Nuestros pacientes tienen un radar. Y se dan cuenta de todo lo que sucede en la relación interpersonal. Quizás no puedan ponerle palabras. Pero su nocicepción, sus neuronas espejo, le dirán: “¡ojo!, ¡no te fíes!, ¡te van a rechazar!, ¡te van a volver a hacer daño!”

Así, volviendo a la disociación, puede haber partes del paciente que se sientan muy aceptadas por el terapeuta. Pero otras no. Y esas no se van a mostrar. Pero son clave. Forman parte de su mundo interno y van a seguir teniendo un papel fundamental en cómo se siente el paciente consigo mismo y con los demás…

Ayuda a aceptar al paciente en todos sus aspectos, el tratar de entender, de dar significado a lo que le sucede, a lo que hace, preguntarnos: ¿qué hay más allá de esa conducta que se nos pueda mostrar como reprochable? ¿qué necesidades trata de satisfacer esa parte con esa conducta, con ese modo de actuar, de manifestarse? Y reconocer ¡cuánto esfuerzo hay en esa parte para que no salgan esas memorias que tan dolorosas resultan de recordar! A veces, el conflicto también está en el propio mundo interno del paciente. Sus distintos aspectos/partes no se toleran, no se entienden, se reprochan cosas…Y eso dificulta el que el paciente pueda hablar de ello, conectar con ello.

Así pues, tenemos que:

  • Lograr que el paciente se sienta aceptado por el terapeuta;
  • Lograr que las distintas partes del paciente se sientan aceptadas por el terapeuta;
  • Lograr que el paciente acepte a estas partes rechazadas;
  • Lograr que las partes se acepten, entiendan el por qué de sus maneras.

Y, por último, lograr en “el otro significativo”, la figura de apego, esa misma mirada de aceptación , que no deja de ser una mirada de amor.

Esto forma parte, también, de nuestro trabajo como terapeutas. La relación con la figura del apego, los padres en el caso de niños y adolescentes, y la pareja en el caso de los adultos; es un aspecto fundamental de la terapia.

El trabajo en equipo con otros psiquiatras, psicólogos y las figuras de apego del paciente favorece el éxito de la terapia

Nos hemos creído, los psiquiatras, ¡tan poderosos! ¡tan autosuficientes! que hemos prescindido de algo tan importante como la relación de nuestros pacientes con sus figuras de apego. Estas son los auténticos pilares del éxito de la terapia. Son los auténticos pilares del bienestar del ser humano: las figuras de apego de Bowlby. Y esas figuras no somos nosotros, los psiquiatras. Y ese es otro trabajo; nada sencillo. Ojo, ¡no queramos hacer todo el trabajo solos! Es bueno contar con el apoyo de otros terapeutas: trabajar en equipo. Algo que sí hacemos en MIMAPA – Centro de Psiquiatría y Psicología.

Cuando llega el paciente a terapia, las figuras de apego suelen estar también en un punto complicado: cansadas, agotadas, ya no saben qué hacer para lograr que el paciente se encuentre bien, para que el niño se comporte, para que el adolescente sea cariños… Sienten muchas veces que ya lo han probado todo, que ya no confían, que esto no tiene solución.  Se sienten también culpables, juzgados por el terapeuta, por la sociedad, por la familia, por los profesores, por el entorno… rechazados… Pueden estar también enfadadas, porque nadie ha sabido darse cuenta del esfuerzo que han hecho a lo largo de tato tiempo y sin ningún resultado.

Hay un trabajo por hacer con estas figuras e implica que:

  • se sientan también aceptadas, validadas los terapeutas y, a la vez;
  • se sientan, de una manera genuina, que ellas también necesitan, en muchos casos, hacer un trabajo que les permita cambiar esa mirada sobre el paciente (niño, adolescente o pareja), que, en algún momento de la relación, dejó de ser “amorosa y de aceptación” para convertirse en otra cosa.

Ello implica, por un lado trabajar la historia de la relación y, por otro, en muchos casos, trabajar con aquellos aspectos de su propia historia: infancia, relación con sus padres, traumas nos resueltos… que se movilizan en la relación con el paciente y que, de algún modo “misterioso” repercuten de forma “casi siempre negativa” en que las cosas no avancen por el camino “correcto”.

El objetivo último es recuperar esa mirada de amor de la figura de apego con nuestro paciente. Pues es esa mirada la que de verdad va a conseguir que se sienta que es aceptado, que es querido y querible, que es válido. En definitiva: que se sienta bien, seguro, y, desde ahí, es más fácil autorregularse, pedir ayuda, ser capaz de creer que puede.

La mirada de amor del terapeuta y de las figuras de apego del paciente es el camino hacia la sanación.

Entonces, para finalizar, este el objetivo del trabajo terapéutico que va a permitir un mayor conocimiento de lo que está sucediendo y que va a favorecer el que, junto con el paciente, encontremos, en un trabajo de colaboración y aceptación genuina, el camino de la sanación:  la conexión, la mirada de amor:

  • del terapeuta con el paciente;
  • del terapeuta con sus diferentes aspectos/partes;
  • del paciente son sus diferentes aspecto/partes;
  • de entre sus partes/aspectos;
  • del terapeuta con la(s) figura(s) de apego;
  • entre el paciente y la(s) figura(s) de apego;
  • entre las partes y la(s) figura(s) de apego.

Y nuestro mejor recurso, el de los psiquiatras: nosotros mismos y nuestra capacidad de sintonizar y estar genuinamente con el paciente. Para lograrlo menos cursos de formación y más autocuidado y autoconocimiento.

 

Dra. Mercedes Fernández Valencia

Psiquiatra y Psicoterapeuta 

MIMAPA – Centro de Psiquiatría y Psicología 

 

Un comentario
  1. Estoy muy contenta de acudir a su consulta. Conocerla, para mi fue abrir los ojos, en muchos aspectos. Que no es poco. Gracias mercedes.

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