El cariño materno condiciona el desarrollo emocional y fisiológico del niño

El cariño materno condiciona el desarrollo emocional y fisiológico del niño

Un abrazo, una caricia o una mirada cariñosa tienen un efecto positivo a cualquier edad al desencadenar una respuesta fisiológica de incremento de producción de oxitocina que induce a un estado de tranquilidad, de reducción de los niveles de estrés, de disminución de la inflamación corporal y de fortalecimiento del sistema inmune. Cuando eso ocurre en los primeros meses de vida, su repercusión se multiplica y sus consecuencias se manifiestan a lo largo de toda la vida.

Es lo equivalente a lo que Myron Hofer, psiquiatra estadounidense reconocido por sus investigaciones sobre el impacto que la neurobiología y el comportamiento materno tienen en la relación madre – hijo y en el desarrollo de éste, acuñó como “reguladores ocultos”.

Apego: más allá del desarrollo emocional

Los humanos, a diferencia de otras especies, nacemos dependientes; lo hacemos con un “sistema operativo” básico dotado de gran potencial adaptativo pero cuya supervivencia y evolución depende de otra persona. Ese “sistema operativo” proporciona lo esencial para satisfacer la primera necesidad del recién nacido, identificar a su figura de apego primaria: su madre, de la cual dependerá su desarrollo en el sentido más amplio del término.

En artículos anteriores de este blog de MIMAPA – Centro de Psiquiatría y Psicología, hemos puesto de manifiesto la importancia de las figuras de apego como facilitadores de las condiciones de seguridad necesarias para que el niño desarrolle su confianza, forme su auto-concepto, aprenda mecanismos de autocuidado y regulación emocional y adaptación social, y explore en libertad el mundo exterior.

Pero el paraguas de protección, regulación y aprendizaje que ofrece la figura de apego primaria tiene un componente fisiológico vital del que dependerá la aparición de equilibrios o desequilibrios hormonales que pueden dañar la salud desde los primeros días de vida y que se manifestarán en enfermedades no solo psíquicas en la edad adulta.

Neurobiología del apego

La formación del apego es un proceso que en la madre comienza durante el embarazo con cambios hormonales relacionados con la oxitocina y la vasopresina, que preparan a la madre para ser el paraguas protector y regulador del niño, activando las respuestas adecuadas según las demandas de éste.

En el infante, la formación del apego se inicia justo en el momento del nacimiento, cuando empieza a percibir olores y sonidos de su madre. Se trata de sensaciones olfativa, auditivas, e incluso visuales, -el bebé busca desde el primer momento la mirada de su madre, y es capaz de reconocer su rostro en pocas semanas- que interpreta como señales que le proporcionan tranquilidad ante los primeros llantos y que actúan de estimuladores del desarrollo progresivo de todas las partes del sistema nervioso central: del sistema reptiliano, del sistema límbico y de la corteza cerebral.

Pero todo ello dependerá de la situación a la que estén sometidos la madre y el niño y que dará lugar a un estilo de apego u otro con las correspondientes respuestas neurobiológicas. Así, dependiendo de si el niño percibe estímulos amenazantes o no, registrará un aumento o disminución de su temperatura corporal, de su frecuencia respiratoria y ritmo cardiaco, de la liberación de hormonas…

El cuidado y el ambiente influyen en el neurodesarrollo y en la organización genética.

Acciones que pueden parecer simples o incluso obvias como el contacto corporal con una madre, una forma cariñosa de acariciarlo, de hablarle o mirarlo, en una situación de estabilidad física y emocional de la madre, genera en el niño un proceso fisiológico de almacenamiento de energía que éste usa para su crecimiento y desarrollo y no para la activación de mecanismos de autoprotección ante una hecho que catalogue como amenazador.

Por tanto, el estrés durante los primeros días de vida y la primera infancia no solo afectará a sus emociones y relaciones sociales, sino que determinará, también, problemas físicos. El estrés activa hormonas y células del sistema inmune que desencadenan inflamaciones en el organismo convirtiendo al niño en vulnerable ante determinadas enfermedades. El cuidado y el ambiente influyen en el neurodesarrollo y en la organización genética.

El cariño materno como estabilizador o desestabilizador emocional y biológico

Las estrategias que una madre desarrolla para anticiparse a las situaciones de estrés que puedan afectar a su hijo o las tácticas que use para calmarlo, reguladores ocultos – ocultos porque la conducta de la madre es observable, no así el proceso que desencadena en el bebé- comprometerán sus funciones cerebrales y su homeostasis fisiológica.

El afecto que la madre transmite al infante tiene un efecto directo en la regulación emocional del niño y un efecto indirecto en su desarrollo fisiológico, ya que las diversas acciones afectivas de la madre, regulan diversos subsistemas fisiológicos en el bebé.

Referencias

Barg Baltrame, G. (2011). Bases neurobiológicas del Apego. Revisión temática. Ciencias Psicológicas V (1): 69-81.

Lecannelier A. Felipe (2005). Apego y mecanismos de regulación: mecanismos de regulación: hacia la comprensión de una psicopatología vincular.  XII Jornadas de Investigación y Primer Encuentro de Investigadores en Psicología del Mercosur. Facultad de Psicología – Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.

 

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